Cuando una persona tiene objetivos, tiene un fin en mente, cuando alguien quiere luchar por lo que cree, y en lo que cree, tiene que hacerlo con todas las consecuencias, le salga bien la jugada o no, tenga que suponerle reveses sociales o económicos importantes o no. Incluso hay quien arriesga sus propios ahorros o su pequeño patrimonio en hacer valer su proyecto o en no renunciar a pilares fundamentales de su vida.
Lo que ya no me parece tan normal es querer presumir de principios irrenunciables, de mostrar una personalidad importante, de presumir de valores intocables... con el dinero de los demás. O –mejor dicho– con el dinero de todos. Ese es el caso de la falsa independencia catalana, donde llevan gastados millones y millones de euros ajenos en panfletos, esteladas, libros de texto, eventos y todo aquello que contribuya a cumplir sus fines. Fines –por otra parte– que ni siquiera intentarían si se tuviesen que rascar el bolsillo. El suyo claro, no el de los demás.
Y un ejemplo lo tenemos (ojo, esto es sólo una muestra) en como la Generalitat catalana en los últimos cinco años lleva gastados 1.185.000 millones de euros (sí, han leído bien), o lo que es lo mismo 237.000.000 al año, 649.315 euros al día... o –si lo prefieren- ¡27.054 euros a la hora!. Así se entienden muchas cosas, porque si durante cinco años, un día, otro, otro... televisión y radio catalanas gastan lo que gastan en hablar de independencia, referéndum, estado opresor... nos lleva a la lamentables conclusión de la división, la ruptura, la agresividad entre catalanes y entre todos los españoles.
¡Cuántas demandas y problemas se hubieran solventado con tanto dinero!. Qué pena.
Mientras tanto, ¡sé feliz! ~