Si tenemos que conmemorar el Día internacional de la mujer trabajadora es que, sin duda, algo va mal en el mundo de los hombres. Digo de los hombres porque así se manifiesta una y otra vez la vida en casi todo el planeta. La realidad de la mujer en el mundo es la prueba de una brutalidad patriarcal que demuestra el largo camino que aún queda en el mundo para alcanzar la justa igualdad del hombre y la mujer. Sin duda las raíces del problema son profundas y variadas, desde causas históricas, pasando por cuestiones culturales, políticas y, cómo no, religiosas han conformado una sociedad que hace prevalecer los valores del hombre desde planos de superioridad y mando hasta conformar una sociedad desequilibrada e injusta.
Habrá que recordar que la mujer se reivindica todos los días mostrándonos su capacidad y el valor de su trabajo, la más de las veces muy por encima de los del hombre. Los que nos dedicamos a la educación lo vemos todos los días en esa sociedad futura a la que formamos; sin duda el rendimiento de nuestras alumnas es muy superior al de los alumnos. La responsabilidad y la constancia en los institutos va asociado al género femenino por goleada y eso se traduce en que hoy existen más mujeres universitarias que varones. Las sociedades democráticas estamos obligadas a que la igualdad y la justicia con las mujeres superen el plano jurídico y formen parte del día a día, primero por principio democrático y, segundo, porque cuando ha podido, la mujer ha demostrado ser tan capaz o más que el hombre.