80 años después

h - Actualizado: 30 jun 2018 / 23:30 h.

1978. José Luis Garci estrena su película Solos en la madrugada. José Sacristán encarna a un comunicador de radio que presenta cada noche a las 12 un programa que da título a la película. Sacristán se hace eco de una frase de la Transición. «No podemos estar otros cuarenta años hablando de los cuarenta años», le dice a sus oyentes, en alusión al paréntesis franquista 1939-1975.

2018. No sólo seguimos hablando de aquellos cuarenta años sino que añadimos cuarenta más, desde la Constitución de 1978 a la actualidad. Ochenta años después de la victoria franquista, reos del pasado cuando lo que precisamos es dignidad, unidad y competitividad.

La responsabilidad es de una transición que cambió todo para que todo siguiera igual, apoyé la Constitución con la nariz tapada, por disciplina, sé de amigos que –ya en la democracia– coincidían en la cafetería amarilla que había en la plaza del Duque, en Sevilla, cerca de la comisaría de la Gavidia, con policías de paisano que los habían torturado en sus calabozos y por allí andaban, en libertad, sin rendir cuentas ni ellos ni sus superiores. Al revés, borrón y cuenta nueva.

Tras la Segunda Guerra Mundial, Francia y Alemania –que se habían matado entre ellos– se sientan a planificar lo que hoy es la UE. Las dos Coreas empiezan a estrecharse las manos, Colombia intenta que su estado se entienda con sus guerrillas a ver si forman una estructura política llevadera. España no mira como debiera hacia América Latina, no construyó su Commonwealth, lógico si pensamos que tampoco estamos alzando una nación unida en su diversidad que mire al futuro sin complejos. Hace falta un pacto nacional en el que se tengan comprensión los unos con los otros y se mire atrás pero sin ira, y eso lo debería haber comenzado a construir una derecha que debería sentir vergüenza de ser una de las más atrasadas mentalmente del mundo occidental hasta el punto de que ha debido aparecer Sánchez como una alternativa a una clase medrosa que no cumple ni con su obligación de ser liberal en todo, no sólo en las consignas mundiales y europeas. Estaba harto de su adicción a la droga fascista, gringa y germana, yo soy de un territorio que un día dominó el mundo y quiero volver a influir en él decisivamente pero sin la sombra de concepciones medievales. ¡Estoy aburrido de derechas vetustas y de izquierdas infantiles! ¿Será Sánchez el principio del fin del Viejo Régimen? No lo tiene fácil pero representa otra sensibilidad histórica, espero que sea la que España necesita.