La conversación del pregonero con el Señor de la Sentencia, con el Humilde de las manos atadas –y siento ser reiterativo–, me ha dejado el cuerpo encajado y dispuesto para disfrutar con lo que está ya a la vuelta de la esquina. Macarenísima charla en la que, ¡oído!, el Señor reivindicó ese cadente caminar tan suyo de costero a costero, el elegante pasito atrás y el romper palante con valentía. ¡Qué cosa más grande!... Volviendo a lo del domingo en el Teatro de la Maestranza, de donde la gente salió al Paseo Colón como en las grandes tardes de toros, soy de los que piensan que un pregón debe ser, a fin de cuentas, eso: una invitación al gozo y al disfrute de los días más esperados, esos días de los pasos en la calle, algo que, sin lugar a dudas, ha bordado el bueno de Rafa Serna y a lo que desde ya me dispongo de Viernes de Dolores a Domingo de Resurrección, que para eso sí que soy un poquito jartible. Además, son unas ganas de disfrutar inquebrantables por muy agoreros que sean ahora los pronósticos meteorológicos de turno que, por cierto, ni los miro. Si finalmente llueve, pues nada, a gozar de los templos abiertos que no hay mejor forma de ahogar las penas. Unas ganas de disfrutar que no se tambalean ni por el recuerdo de quienes ya no están entre nosotros y a los que tanto echamos de menos, entre otras cosas porque los sabemos con certeza cerca del Padre en esos balcones celestiales donde ya disfrutan de la Semana Santa eterna. Y un disfrute y un gozo que ni la norma anticangrejeros a aplicar en estos días será capaz de quitarme, entre otras cosas, porque no hay nada que me guste más en este mundo que ver un paso desde la trasera, pero no desde la trasera del paso sino desde la trasera de la banda de música que también merece todos mis respetos. No obstante, permítanme una opinión al respecto del tema cangrejeros: cuidado con el celo que se ponga en todo esto porque la frontera es fina y a ver si vamos a desnaturalizar el discurrir de nuestras cofradías como cuando se desnaturalizó el paso de la Amargura por el convento de las Hermanas de la Cruz con lo del aforamiento de la calle. Cuidado extremo no vayamos a tener que tocarle a los pasos Tu frialdad de Triana... Bueno, pues con esto me despido de ustedes en estas páginas cuaresmales de El Correo. Será hasta el año que viene si Dios quiere.