La vida del revés

A punto de liarla

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12 feb 2019 / 08:22 h - Actualizado: 12 feb 2019 / 08:25 h.
"La vida del revés"
  • Concentración convocada por PP, Ciudadanos y VOX este domingo en la plaza de Colón de Madrid. EFE/Luca Piergiovanni
    Concentración convocada por PP, Ciudadanos y VOX este domingo en la plaza de Colón de Madrid. EFE/Luca Piergiovanni

¿Es esencial para una persona lo que diga o haga el político al que vota? ¿Merece la pena discutir con la familia defendiendo una idea política? ¿Realmente sabemos de lo que hablamos cuando discutimos sobre las pensiones, los trabajos precarios o la violencia de género?.

La lista de preguntas sería interminable si tuviera que formular todas las que me asaltan al pensar sobre la vehemencia con la que hablamos sobre algunas cosas. En realidad, hablamos de nosotros mismos y de nuestras preocupaciones más cercanas. La sociedad actual tiene colocado un altar en el centro de todo para poder adorar al individuo (cada uno a sí mismo) y al dinero (el que tienes y el que quisieras tener a cualquier precio). Hablamos de nosotros y de lo más cercano aunque queremos dar una manita de universalidad a todo lo que decimos. Y, creo yo, que por esta razón llevamos todo hasta el extremo.

En España está ocurriendo algo que va de lo absurdo a lo peligroso. Unos nos señalamos a otros para terminar llamando fascista o facha a todo el que no esté de un lado. Es una cosa formidable. Da igual si dices esto o aquello. Eres un facha o eres amigo. Hablar con franqueza es casi imposible por peligroso. Nos miramos con temor y deseamos tener una urna cerca para votar contra eso que tanto nos incomoda.

Un ejemplo. Hay quien vio por televisión la manifestación de Madrid del pasado domingo. Y ahora exclama: ¡Qué miedo! ¡Qué miedo! ¿A qué tendrán miedo? A mí, personalmente, me genera más intranquilidad ver a los hinchas de un equipo de futbol atacando a los de su equipo rival; me asusta ver como algunas manifestaciones terminan con cargas policiales contra jóvenes que lanzan piedras y destrozan el mobiliario urbano. A mí lo que me asusta es la maldad de las personas y su idiotez incontrolada. Que lleven puesta una camiseta a rayas o una bandera en la mano me da exactamente igual.

Los políticos han crispado el ambiente. Todos hemos dado rienda suelta a nuestras ideas y a la defensa de nuestros intereses más personales. Y entre todos deberíamos intentar que no se nos vaya esto de las manos. Estamos a punto de liarla. Y no estoy seguro de que entendamos la razón por la que estamos en pie de guerra.