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A servir y no a ser servido

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Álvaro Romero @aromerobernal1
18 abr 2019 / 10:22 h - Actualizado: 18 abr 2019 / 10:23 h.
"Viéndolas venir"

En este Jueves Santo en que tantos políticos o candidatos a serlo aspiran a una vara o un sitio en la procesión, unos porque dicen respetar una tregua en la campaña y otros porque no la respetan, conviene recordarles -porque no lo saben- que se celebra el Día del Amor Fraterno, que es como decir del amor auténtico, sin dobleces, sin trampa ni cartón, sin falso romanticismo ni sexo negociado, sin necesidad de mayúsculas ni colores, sin santo Valentín ni caja de bombones. El amor sin más, desnudo, simple, porque sí, en esa única esencia sentimental que supone la renuncia a sí mismo por la otredad, esa cosa tan rara en una sociedad cada día más individualista, más ombliguista, más hedonista...

Conviene recordarlo porque estamos en campaña, o en campañas, que ya se superponen como los carteles en las tapias de los transformadores de la luz, y conviene arrojar luz sobre la esencia tan oportuna del día: el protagonista de esos misterios que se pasean por la calle vino a servir y no a ser servido, que es lo que dicen siempre los políticos cuando todavía no lo son del todo.

Hoy es el Día del Amor Fraterno porque ese servidor público -totalmente público- se arrodilló frente a sus discípulos para lavarles los pies. Hubo uno, personal de confianza, que se espantó de que el Maestro tomase aquella postura, aquella actitud, pero el Maestro tuvo que explicarle el sentido de su Misión. De modo que la alegoría viene como anillo al dedo de este Papa que ya no quiere, con razón, que se lo besen. La misión de los servidores públicos que se presentan voluntarios para administrar la res pública es la de servir a los demás, no a sí mismos. De hecho, ministro significa servidor. Ministro es el que ministra, el que sirve, el que administra los recursos para todos, y, en ese contexto, desafina aquel refrán del que anda con la miel, se chupa los dedos, porque chupar es no tener modales.

Por eso lo he pregonado así aquí y en Madrid: “Ya nos preguntó Pilatos / si a Barrabás preferimos / o a Jesús el Nazareno. / Y la respuesta fue unánime: ¡Ya sabes al que queremos: / a quien engañe y nos robe, / a quien se ría del pueblo; /a quien nos prometa el oro / con que haremos los becerros, / a quien nos convierta en masa, / en cruda carne de borrego; /a quien nos cuente la trola / con los sones del cencerro; / a quien, sin creer en Él, / nos prometa incluso el Cielo. / ¡Ni nos preguntes, don Poncio, / que aquí ya nos conocemos!”.