Abril robado

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27 oct 2018 / 07:30 h - Actualizado: 26 oct 2018 / 13:40 h.

El asunto no es nuevo. Se ha hablado de ello muy recientemente –y con acierto- en otros medios cercanos, reavivando un debate que empieza a ser demasiado recurrente. Pero la conclusión es clara: la inflación de cultos y salidas ha hurtado la excepcionalidad de la Semana Santa como encuentro único con las imágenes y todo el universo ornamental, personal y sentimental que supone. Ya ha salido la Virgen de la Victoria para ser coronada; pero ya lo había hecho –sólo cinco años antes- para celebrar el 450 aniversario de la fundación de la hermandad. Se acerca otra salida de la Esperanza de Triana, que también acumula idas y vueltas más o menos excepcionales en los últimos años. Si la memoria no flaquea, la última de ellas se cumplió en 2009 y la próxima llegará en menos de una semana concitando –eso es indudable- la gran expectación que sólo despiertan ciertas imágenes de culto.

Son los ejemplos más cercanos pero perfectamente válidos para ubicar esta deriva que, de alguna manera, también sirve para certificar la decadencia de un mundillo que debe reencontrar su rumbo en la mirada interior y la introspección. Podemos ir más allá mirando lo que se cuece fuera de la muy mariana. En Córdoba, sin ir más lejos, se está fraguando una magna exposición en la Catedral que no es ajena a los planes de reafirmación de la catolicidad y la propiedad eclesiástica de la antigua mezquita. A las voces extemporáneas de Mayor Zaragoza y su panda respondemos con pasos y bandas.

El asunto implicará traslados y más traslados de imágenes en sus pasos y colocar a las cofradías entre la recomendación del prelado –o la obediencia solapada- y el criterio propio a la hora de sacar a sus titulares de las capillas. Pero la opción parece clara ¿Qué hacemos? Vamos a sacar a las tropas –léase cofradías- con su evidente poder de convocatoria cimentado en el tachiro tachiro y el imán del costal y los trajes negros. El resultado empieza a ser una devaluación de lo excepcional que, entre unos y otros han convertido en cotidiano, manido, previsible... ¿Quién me ha robado el mes de abril?