Si lo que decidan los partidos, con sus intereses, vale más que lo que deciden en las urnas los ciudadanos, ¿para qué sirven entonces unas elecciones? Sería estupendo que el PP no volviera a gobernar nunca más, que el negrero Rajoy sacara su trasero del sillón de la Moncloa, pero resulta que este señor ha ganado las tres últimas elecciones generales, una por mayoría absoluta y la última, la del pasado mes de junio, con una más que notable diferencia sobre el segundo, el tercero y el cuarto de los partidos con opciones a gobernar. Hace unos días decía una ilustre socialista que no es bueno para la democracia que la derecha siga gobernando en España. ¿Sí lo es, entonces, que los socialistas no reconozcan una escandalosa derrota en las urnas tres veces consecutivas en el último lustro? Es que este es el problema, que no aceptan la victoria del Partido Popular, por corrupción, recortes sociales y otras cuestiones denunciables, como si los socialistas fueran las Hermanas de la Caridad. La Constitución y la Ley Electoral contemplan otras posibilidades, hagan uso de ellas y acaben de una vez con este circo.