La accesibilidad universal es el grado en el que todas las personas pueden utilizar un objeto, visitar un lugar o acceder a un servicio, independientemente de sus capacidades técnicas, cognitivas o físicas». Esta es la definición que la Wikipedia da de un concepto que se abre paso poco a poco y con mucho esfuerzo en todos los ámbitos.
Hasta hace poco la accesibilidad se entendía como la supresión de barreras arquitectónicas para las personas minusválidas como todavía se lee en muchas placas de aparcamientos reservados. Pero la accesibilidad universal va mucho más allá. El diseño de cualquier producto o servicio tiene que ser inclusivo para que todos puedan consumirlo, usarlo o disfrutarlo en igualdad de condiciones.
Hay que ponerse en la piel del prójimo que tiene una discapacidad o diversidad funcional permanente o temporal antes de poner en marcha una nueva iniciativa, sea del tipo que sea, porque la discapacidad puede llegar en cualquier momento. En Sevilla, por ejemplo, no basta con tener monumentos accesibles. El barrio de Santa Cruz es un ejemplo de zona con puntos negros de accesibilidad que requieren que una persona en silla de ruedas tenga que ser ayudada por otra para salvar determinados bordillos o desniveles.
La Feria de Abril, nuestra fiesta más emblemática, no tiene accesibilidad universal ni para el acceso a las casetas, ni para la movilidad por las calles del Real donde apenas existen rebajes en las esquinas. ¿Cuántas casetas tienen baños adaptados y accesibles? Muy pocas. En la mayoría de los casos, los váteres en la Feria son incómodos incluso para las personas sin problemas de movilidad.
La accesibilidad universal es un concepto que debemos tener presente en todos los terrenos: en el hogar, en el trabajo, en la educación, en la sanidad, en el transporte, en el gobierno, en las iglesias, en el tiempo libre... en el mundo real y en el virtual.