Los que hemos trabajado en el campo cogiendo algodón, aceitunas o escardando remolachas, sabemos cómo se esperan los quince minutos del bocadillo a media mañana, tiempo que aprovechas para beber agua o estar unos minutos en la sombra. Pues eso se acabó, a pesar de que era una conquista muy antigua de los jornaleros del campo andaluz, siempre tan pisoteados, de ahí que se levantaran tantas veces contra los terratenientes. Hasta con Franco te podías comer un bocadillo en el campo, parando esos quince minutos. Es decir, que en CCOO, donde han vendido a los jornaleros en beneficio de Asaja (la patronal), ven bien que un labriego trabaje seis u ocho horas seguidas sin un tentempié. Como un mulo, vaya. Y con sueldos, a veces, que no dan ni para que coma un día una familia de tres o cuatro miembros. Jornales bajos, hasta de 20 euros, muy por debajo de lo establecido en los convenios. Como es natural, el jornalero que necesita llevar algo a casa se presta a trabajar por lo que sea. Incluso sin estar dado de alta, lo que ya es pura esclavitud.