Crónicas desde Barcelona

Al calor del verano

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02 jul 2019 / 19:39 h - Actualizado: 02 jul 2019 / 19:51 h.
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  • Folch y Torres pertenecía a una familia burguesa .La placa de bronce que lo homenajea dice: Llengua identitat d’un poble (lengua identidad de un pueblo). / Concha García
    Folch y Torres pertenecía a una familia burguesa .La placa de bronce que lo homenajea dice: Llengua identitat d’un poble (lengua identidad de un pueblo). / Concha García
  • ¿Cómo serán las identidades en el futuro con tantas lenguas en un mismo territorio?. / Concha García
    ¿Cómo serán las identidades en el futuro con tantas lenguas en un mismo territorio?. / Concha García

Aunque con tanto calor quisiera no moverme de casa, no puedo evitar mis paseos por Barcelona, ciudad donde he vivido la mayor parte de mi vida. Hace tiempo que no paso por el Raval, una de las zonas más conflictivas de esta ciudad y más atractivas tanto para la droga como para los especuladores inmobiliarios. En este barrio nacieron Manuel Vázquez Montalbán, Ana María y Terenci Moix, Maruja Torres, o Peret. Nos quedamos con unos cuantos nombres tratando de situar una ruta mínima para los lectores que no conozcan esta ciudad. Decido ir a la Filmoteca donde me instalo en la sala de proyecciones a las cinco de la tarde, sin importarme demasiado qué película pasarán, el caso es estar fresca. Cuando salgo, enfilo hacia la Rambla del Raval, los árboles y las terrazas de los bares provocan una sensación de frescor. Muchos comercios paquistanís instalados desde hace años, venden todo tipo de recambios para telefonía móvil, casi nunca hay nadie en estas tiendas. La oferta en hostelería es variada puesto que el paseo permanece atestado durante el día y gran parte de la noche. ¿Dónde sentarme? Los bancos están llenos a rebosar de hombres solitarios, algunos con largas túnicas blancas. Llego hasta la plaza Josep María Folch y Torres, remodelada por el ayuntamiento el pasado año. Una serie de placas conmemorativas te dan idea de que en efecto, las ciudades mantienen sus capas, y pienso en el presente recordando que no hace tantos años esta era la puerta de entrada al barrio chino barcelonés, ahora también, pero no es lo mismo. A los veintipocos una mujer joven no se atrevía a entrar sola, yo lo hice varias veces porque siempre me ha gustado pasear. Recuerdo que se puso de moda tomar absenta en el Marsella. Afortunadamente no han podido los especuladores con él porque el ayuntamiento compró el edificio. Justo donde está ahora la Filmoteca, en la esquina de la calle Sant Pau. En Conde de Asalto, ahora Nou de la Rambla, estaba el London Bar, inaugurado en 1910, allí nos reuníamos durante muchas veladas en la década de los ochenta. Antes que nosotros, por allí pasaron Antoni Gaudí, Antonio Machado, Carlos Gardel, Picasso. No hay noticias de mujeres artistas que puedan ser recordadas, los paseos por la ciudad nos marcan rutas masculinas.

No se ha diluido del todo aquel ambiente, aunque cada vez se parece más el barrio a una conjunción entre turismo y gente de otros lugares. La plaza Folch y Torres es un gran parque con petanca y canastas, columpios y bancos donde hay mucha gente sentada a las siete de la tarde. En su mayoría, madres musulmanas y los niños revolotean alrededor. Alguna anciana vecina de toda la vida también pasea con el andador, va al encuentro de algunas amigas. Veo también adolescentes chinos van y vienen, un grupo de jóvenes marroquíes corretea tras una pelota. Escucho lenguas diversas. Folch y Torres pertenecía a una familia burguesa, nació en 1880 y fue un escritor muy popular en su época, publicaba relatos infantiles en El Patufet y enseñó a leer en catalán a diversas generaciones. La placa de bronce que lo homenajea dice: Llengua identitat d’un poble (lengua identidad de un pueblo). La leyenda es sostenida por una serie de figuras en forma femenina formando un grupo compacto. ¿Cómo serán las identidades en el futuro con tantas lenguas en un mismo territorio? ¿Será excluyente no hablar la lengua oficial y no tener apellidos del lugar donde estás ubicada? Cuánta gente daría lo que fuese solo por un techo para cobijarse y unos papeles que le den estatuto de ciudadanía.

¿Cuántas identidades había en la plaza esa tarde? Continué caminando y me detuve ante otra placa. Aquí estuvo la prisión Reina Amalia. Se construyó ocupando el solar del Convento San Vicente en 1839, las autoridades quisieron emplazar allí la Prisión General de Barcelona. Dicen las crónicas que los presos se hacinaban y hubo mucha corrupción, los malos olores se percibían desde lejos. El pintor Ramón Casas se inspiró en las ejecuciones que allí se producían para pintar su famoso cuadro: El garrote vil.

Entre 1904 y 1936 la cárcel solo fue de mujeres, a los hombres los instalaron en La Modelo, las reas eran culpables de haber abandonado a sus maridos, de prostitución, lesbianismo o adúlteras. Allí estuvo encarcelada la célebre Bella Dorita, almeriense brava que ya andaba por Barcelona en los años veinte. En 1936 echaron abajo aquel antro. La plaza, multicolor y alegre, esconde también dramas como si la historia fuese un mapa con rutas cuya dirección es imposible alterar.