Las visitas del Real Madrid al Ramón Sánchez-Pizjuán dejan siempre una estampa tan absurda como ridícula. Es de justicia reconocer que cada vez son menos, pero sigue habiendo gente que se ceba en el insulto con Sergio Ramos. No lo entiendo, de verdad que me cuesta comprender qué le ha hecho este hombre al sevillismo. Cada vez que tiene oportunidad recalca su cariño a esta afición y al club que seguramente le ha dado casi todo. Sí, casi, porque apenas tuvo tiempo de disfrutarlo cuando se lo llevaron a Madrid. Claro, es verdad. Se me olvidaba: hubo líos, dimes y diretes con la cláusula de rescisión y, sobre todo, con la versión que algunos quisieron ofrecer. A esos que dudan, les recomiendo la lectura del libro que contiene la biografía del camero. Igual no todo se contó o sólo se contó una parte, véalo como quiera.
Lo cierto es que este hombre, que es de Camas aunque para muchos parezca haber nacido en Houston, todo lo que tiene que ver con su ciudad, su pueblo y sus costumbres es motivo de orgullo. Ha paseado la bandera de nuestra comunidad autónoma y la camiseta con la foto de su amigo Antonio Puerta por todo el mundo en cada título cosechado con el Real Madrid o la Selección Española. Aunque sólo fuera por eso, ya merece un respeto. Pero si no le es suficiente, dé una vuelta por Camas y pregunte por él o por su familia. Por lo involucrado que está en ayudar a todo aquel que se lo pide. No es muy difícil verlo por allí cuando no hay fútbol. Lejos de la extravagancia que desprende el polvo de estrellas que envuelve a cuantos habitan en su mismo vestuario, es un tío normal, sano y al que le gusta estar en su pueblo y con sus amigos. Pero voy más allá: si todavía duda de su sevillismo, vaya una tarde a la ciudad deportiva Cisneros Palacios y pregunte por él. No olvide tampoco mirar un gran cartel en el que aparece junto a Navas y Marchena. Al final, es un campeón del mundo que se formó allí mismo y al que el tiempo devolverá el cariño que tanto se le ha negado. Estoy convencido, porque así lo dice quien bien le conoce, que algún día regresará a su casa. Quizá sea entonces cuando usted, si lo insultó, se arrepienta. Sean justos. Es de los suyos. No lo dude.