Si algo me irrita y me resulta, al mismo tiempo, incomprensible es escuchar a una mujer atacando frontalmente los derechos de todas las mujeres (incluidos los suyos).
Por ejemplo, asisto a esta conversación que tira de espaldas a cualquiera: «Si tienen hijos es su problema. Es una opción tan buena o tan mala como la mía que es no tenerlos. No entiendo por qué a ellas se les da una baja por maternidad y a mí no me dan los mismos días de vacaciones. Quiero mi baja por no maternidad». Aviso a navegantes: no se trata de una invención. Esto lo he escuchado y nadie me lo ha contado. Además, no es la primera vez. Tal vez tengo muy mala suerte. El caso es que más estúpida no se puede ser. Y me refiero a la estupidez porque es eso que causa un daño (generalmente irreparable) sin que a cambio se consiga algo. ¿No es esta mujer más tonta que pichote? Los derechos conseguidos tras siglos de lucha pisoteados, puestos en duda, ¡por una mujer! Y que tenga que ser un hombre el que se escandalice ya es para apagar y salir pitando. Supongo que las mujeres que aquel día escuchaban lo mismo que yo no contestaron por no discutir. Pero nos enfrentamos a cosas por las que hay que discutir obligatoriamente.
Otra para enmarcar: «Es normal que esto de las bajas no se respete del todo. Somos muchas y hay muchos bombos. Nos cargan de trabajo a las que no somos madres. Y eso no puede ser». Claro, esta misma señora no le dice a la empresa que contrate más gente. Eso no. Su guerra es trabajar lo justito. Los derechos de las mujeres se la traen al pairo. ¿Les parece que exagero? Pregunten, pregunten. Y ya les avanzo que resulta patético del todo.