Amarcianados

Image
19 ene 2018 / 17:54 h - Actualizado: 19 ene 2018 / 17:55 h.

Nos gustan las películas de extraterrestres porque, en el fondo, nos encantaría que nos invadieran y nos gobernaran. Estoy convencido de que en caso de guerra interestelar, muchos de nosotros iríamos con los alienígenas. Igual que en la invasión napoleónica estaban los afrancesados –esos miles de españoles partidarios del gabacho por creer que solo así el país tenía alguna esperanza–, ahora estarían los amarcianados, conscientes de que únicamente un Keanu Reeves venido del espacio exterior o incluso un ET cabezón extraviado al buscar flores en una ladera pueden llevarnos a la felicidad. Es curioso que siendo tan listos como somos para otras cosas (como por ejemplo, para sacar al perro a cagar a la calle o para aprender a chingar antes que a hacer la cama), seamos tan ingenuos como para esperar que los políticos no sean igual de humanos que el resto, es decir, igual de fulleros, indecentes, inmorales, ladrones, corruptibles, egoístas, miserables, cretinos y acomplejados que el común de la población. El desplome de Podemos es una prueba más. La gente confiaba en que Pablo Iglesias fuese capaz de enchufar la coleta a la Madre Tierra, tal que en Avatar, y sacarnos de nuestra frustración de gobernados. Al final, tan humanos como todos, solo eran extraterrestres como utopía, sobre el papel, politológicamente hablando. Estamos solos en la política, y miramos sus estrellas poéticamente, olvidando que solo son inmensas bolas de fuego abrasador. La mayoría de las luces próximas que vemos en el cielo y en la política son estrellas fugaces. Las naves extraterrestres, tengo la impresión, giran todas a la izquierda en la rotonda de Saturno. Qué inteligentes.