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Amargura

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17 nov 2017 / 20:26 h - Actualizado: 17 nov 2017 / 21:19 h.
"La Azotea"

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Es tiempo de marcar el devenir de los días, de difuntos a los nardos de la Virgen de los Reyes pasando por el espléndido día de las Esperanzas, mientras la nostalgia asoma por Regina difuminando la luz rosada de sus atardeceres envueltos en humo de castañas. Son vivencias de una ciudad que cada noviembre se mira en los ojos de la Amargura, cuando baja del cielo al suelo para mostrarnos cómo se llora en Sevilla. Eso lo saben las Hermanas de la Cruz y Herodes, sentado sobre su trono solemne. Lo saben los fantasmas, escondidos en la plaza, la corona de Cayetano González y el silencio blanco enmudeciendo la Plaza de los Carros donde el Domingo de Ramos, no cabe un alfiler. Lo saben en Casa Vizcaíno y lo saben los ciriales de la Esperanza Macarena cuando despuntando el Viernes Santo, arriban la estrechez de Feria llenando el cielo de golondrinas. Lo saben el jazmín tras la reja de San Juan de la Palma, ése que anuncia la gloria, las azoteas, las espadañas y lo saben los adoquines del ensamble pasional de Amparo y Viriato. Las manos de la Amargura son patrimonio indisoluble de esta ciudad representada en tantas cosas y un reencuentro con la infancia, con aquellos que fuimos, a lo que siempre volvemos, y son sus ojos el reflejo certero de aquello por lo que seremos recordados. Toca reencontrarnos con la cercanía romántica de cofradía señorial y con la íntima soledad de quien no encuentra consuelo ni en la compañía de Juanillo, el de la Palma, ni en los sones del himno sentimental de nuestra memoria, ése que compuso Font de Anta para recordarnos, cómo se duele en Sevilla.