Ambler

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18 jul 2018 / 20:46 h - Actualizado: 18 jul 2018 / 20:48 h.

En estos tiempos de verano y una cierta libertad horaria, además de no hacer nada, pasear, bañarse, o mil cosas... también tenemos un hueco para volver a leer. Quizás nos apetece una lectura más liviana que nos haga disfrutar sencillamente.

Es tiempo de volver la mirada atrás para recuperar clásicos de esta literatura más de género, que no por eso de peor calidad. Y dado que después del encuentro en Helsinky entre Trump y Putin ambos convinieron que es mejor volver a la guerra fría que al mundo globalizado y multipolar, releer a Eric Ambler se convierte en una maravillosa rutina para pasar este tiempo de vacaciones.

Graham Greene llamó a Eric Ambler «indiscutiblemente nuestro mejor escritor de suspense». Él fue sin duda el padre fundador del género moderno, cuyos libros han tenido una influencia germinal en todos los escritores del género desde entonces.

Llegó a un mundo de héroes invariablemente varones musculosos de visión derechista que estaban ocupados defendiendo el Imperio británico contra los bolcheviques. Con los cinco libros posteriores a Fronteras sombrías, que apareció por primera vez en 1936, Ambler reescribió las convenciones del thriller de espías, presentando al héroe como una figura ambigua, a menudo en mal estado, obligada a vivir en un mundo de alianzas cambiantes en lugar de negro y certezas blancas, alguien como un ingeniero o fotógrafo comercial que se enreda en una conspiración internacional sin culpa propia.

Ambler nació en 1909 en Londres, en una cálida y desorganizada familia teatral y llevó una existencia incierta recorriendo los salones de música con un espectáculo de marionetas. Por medio de una beca estudió ingeniería en la City University. Sus primeros trabajos en diferentes empresas eléctricas no le aportaron satisfacción y se cambió al naciente sector de la publicidad.

Esto significó el descubrimiento de Europa; como él mismo señaló, «aprendí los olores que se encontrarán en el camino: el del vapor del canal cruzado Newhaven-Diese, el Gard du Nord en París, la Gare de l’Est (bastante diferente), Basilea, el Baden-Bahnhof, Freiburg-im-Breisgau, terminal de un teleférico de montaña...». En cierto sentido, estaba entrando en el mundo que más adelante se haría suyo: el mundo de las estaciones mal iluminadas, trenes que podrían o no cruzar fronteras peligrosas, pasajeros extraños que podrían arrastrar a los incautos en laberintos siniestros.

Con sus dos primeros libros, Frontera sombría e Insólito peligro, Ambler se convierte en un escritor completamente europeo de espíritu, en un escenario europeo. Su culminación en este periodo fue La máscara de dimitrios (1939), que muestra la decadencia de Europa que desemboca en la II Guerra Mundial.

En 1940 Ambler se une al ejército. Después de varias vicisitudes, se encontró trabajando con Carol Reed, Peter Ustinov, John Huston y otras grandes artistas en la unidad de cine del Octavo Ejército en Italia.

Tras un perdida de sus ideales políticos por causa de las políticas stalinistas y un constante crítica en su Inglaterra natal acaba por exiliarse a Suiza. En su vida personal, era un hombre cálido y encantador, un observador experto de todo tipo de personas, y totalmente diferente a los personajes de sus novelas. Falleció en su Londres natal en 1998.

En estos tiempos de verano y una cierta libertad horaria, además de no hacer nada, pasear, bañarse, o mil cosas... también tenemos un hueco para volver a leer. Quizás nos apetece una lectura más liviana que nos haga disfrutar sencillamente.

Es tiempo de volver la mirada atrás para recuperar clásicos de esta literatura más de género, que no por eso de peor calidad. Y dado que después del encuentro en Helsinky entre Trump y Putin ambos convinieron que es mejor volver a la guerra fría que al mundo globalizado y multipolar, releer a Eric Ambler se convierte en una maravillosa rutina para pasar este tiempo de vacaciones.

Graham Greene llamó a Eric Ambler «indiscutiblemente nuestro mejor escritor de suspense». Él fue sin duda el padre fundador del género moderno, cuyos libros han tenido una influencia germinal en todos los escritores del género desde entonces.

Llegó a un mundo de héroes invariablemente varones musculosos de visión derechista que estaban ocupados defendiendo el Imperio británico contra los bolcheviques. Con los cinco libros posteriores a Fronteras sombrías, que apareció por primera vez en 1936, Ambler reescribió las convenciones del thriller de espías, presentando al héroe como una figura ambigua, a menudo en mal estado, obligada a vivir en un mundo de alianzas cambiantes en lugar de negro y certezas blancas, alguien como un ingeniero o fotógrafo comercial que se enreda en una conspiración internacional sin culpa propia.

Ambler nació en 1909 en Londres, en una cálida y desorganizada familia teatral y llevó una existencia incierta recorriendo los salones de música con un espectáculo de marionetas. Por medio de una beca estudió ingeniería en la City University. Sus primeros trabajos en diferentes empresas eléctricas no le aportaron satisfacción y se cambió al naciente sector de la publicidad.

Esto significó el descubrimiento de Europa; como él mismo señaló, «aprendí los olores que se encontrarán en el camino: el del vapor del canal cruzado Newhaven-Diese, el Gard du Nord en París, la Gare de l’Est (bastante diferente), Basilea, el Baden-Bahnhof, Freiburg-im-Breisgau, terminal de un teleférico de montaña...». En cierto sentido, estaba entrando en el mundo que más adelante se haría suyo: el mundo de las estaciones mal iluminadas, trenes que podrían o no cruzar fronteras peligrosas, pasajeros extraños que podrían arrastrar a los incautos en laberintos siniestros.

Con sus dos primeros libros, Frontera sombría e Insólito peligro, Ambler se convierte en un escritor completamente europeo de espíritu, en un escenario europeo. Su culminación en este periodo fue La máscara de dimitrios (1939), que muestra la decadencia de Europa que desemboca en la II Guerra Mundial.

En 1940 Ambler se une al ejército. Después de varias vicisitudes, se encontró trabajando con Carol Reed, Peter Ustinov, John Huston y otras grandes artistas en la unidad de cine del Octavo Ejército en Italia.

Tras un perdida de sus ideales políticos por causa de las políticas stalinistas y un constante crítica en su Inglaterra natal acaba por exiliarse a Suiza. En su vida personal, era un hombre cálido y encantador, un observador experto de todo tipo de personas, y totalmente diferente a los personajes de sus novelas. Falleció en su Londres natal en 1998.