Anatomía del mamaostia

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Álvaro Romero @aromerobernal1
07 sep 2019 / 11:06 h - Actualizado: 07 sep 2019 / 11:13 h.
"Viéndolas venir"
  • Anatomía del mamaostia

En esa interesante e inacabable gama de palabras terruñeras en las que tanto indagaron los autores de la Generación del 98, brilla con luz propia en mi pueblo la palabra mamaostia, que solo a veces es un adjetivo y que se emplea en la mayoría de los casos como auténtico sustantivo de única terminación, cuyo género se dilucida solo por el determinante (el mamaostia o la mamaostia), eso sí, precedido del indiscutible adjetivo “valiente” cuando al mamaostia ineluctable se le considera definitivo en su carácter, o cuando se le bautiza de tal guisa de un modo repentino, encorajado y deslumbrador: valiente mamaostia.

Poca o ninguna bibliografía existe acerca del curiosísimo vocablo, pero incluso la gente del Bajo Guadalquivir reconoce haberla oído solo en Los Palacios y Villafranca, cuyo origen en el uso se pierde en la noche de los tiempos de al menos nuestros bisabuelos. No negaremos que la aparente palabra compuesta -mama-ostia (o mama-hostia)- daría para una tesis doctoral con muchos flecos, pero de momento las hipótesis siempre se han apuntado en las barras de los bares, donde al ingenio etimológico suele alumbrarlo la copita de más.

En este sentido, del verbo mamar hay poca duda: de lo que se mama se alimenta uno, en el amplio sentido de chupar, obtener, etc. Más ambiguo y problemático parece ya el nombre ostia, que podría provenir de ostra, ese molusco marino con nombre latino que proviene de ostrea, y que da también en el castellano moderno las palabras ostrón u ostión. De hecho, por aquí se le llama ostión a un golpe (en sentido literal o figurado), un puñetazo, una guantada, una mascá. “Te voy a dar un ostión...”. En pueblos cercanos como Sanlúcar de Barrameda, hemos oído la derivación hacia el participio de quien probablemente ha recibido un ostión (las playas sanluqueñas están llenas de ostiones) y se ha quedado ostiado. “Ese tío está ostiao...”, se dice mucho por allí, lo cual tendría sus semas en común con mamaostia, no lo niego, pero no es exactamente lo mismo... Hay quien ha apuntado directamente a la hostia consagrada, bien por el cachete que acostumbraba a dar el oficiante a quien comulgaba, bien por la hostia misma, para llamar mama-hostias a quien solo espera que se las den todas juntas, o que se lo den todo frito y corcho, como un mama-tarbinas, un lelo, un camastrón sin demasiada voluntad...

Porque, al margen de los asuntos etimológicos de la palabra, lo más interesante es el singular uso de la misma, su exclusiva significación, ya que un mamaostia no es exactamente un tonto, aunque algo de tontura conlleve; ni un capullo, si bien no negaremos su influencia; ni un gilipollas, pues en el campo semántico se pueden hallar ambos... No, el mamaostia auténtico -al margen de plurisignificaciones- va más allá, porque, en primerísimo lugar, es un tipo sin memoria, o un ser de memoria selectiva, desmemoriado a la carta, que jamás se acuerda de cuando le sonaban los mocos, al menos entre quienes fueron testigos de ello. Los testigos se acuerdan, pero ellos no. El mamaostias se caracteriza, como digo, por no acordarse nunca de ese pasado que, a su juicio evolucionado, nunca fue mejor, muchas veces porque el espécimen de mamostias más común suele coincidir con el pobre harto de pan. El mamaostia de pro, o la mamaostia, no sabe nunca cuál es exactamente su idiolecto ni el volumen de su voz, porque ejerce de ventrílocuo a demanda, según dónde y con quién. El mamaostia de pura cepa, o la mamaostia, suele estar convencido de que sabe más que nadie -el cuñadismo es un invento posmoderno-, aunque no lo ostente hablando mucho, sino con ese lenguaje no verbal de quien demuestra incomodidad entre la chusma.

Y ya el colmo del mamaostias con diploma, el que cree haber inventado parte del mundo, es ese que se cree que tú eres mamaostias y tú, en efecto, te haces el mamaostias y entonces el mamaostias se va creyendo que el mamaostias, en efecto, eres tú.