Ansiada luz de Cuaresma

Faltan 29 días para el Domingo de Ramos. En solo un mes será Sábado de Pasión y ya habremos visto los primeros capirotes por Sevilla. La resta va menguando

Image
24 feb 2018 / 08:12 h - Actualizado: 24 feb 2018 / 08:13 h.
"Cofradías","Sevilla Al Minuto"
  • Ansiada luz de Cuaresma

Y es la tarde que ya tiene, ansiada luz de Cuaresma. El sol que se detiene, el horizonte que lo besa. La luna que lo conjura para así retrasar su vuelta y el cielo como escenario del naranja que lo vela. Todo se torna diferente. Cambia el ambiente y nace esa nostalgia de recuerdos y añoranzas. Los ritos se repiten. Siempre iguales y distintos, a la vez.

Y es la tarde que ya tiene, ansiada luz de Cuaresma. Unas gotas repetidas, azahar que me embelesa. Y aunque la flor del naranjo se resista a eclosionar, fantaseas con el aroma que resurge, siempre resurge. Albergues de cal viva, en fachadas se encadenan. Una placita nerviosa, tapa de espinacas secas. Tortillitas de bacalao. Sabor añejo, que regresa.

Y es la tarde que ya tiene, ansiada luz de Cuaresma. Se quemaron los errores. Olivo prendido en hoguera. Y resurge la ceniza y en las sienes prende y quema. La cuenta de la espera corre y siempre se hace eterna.

Viacrucis en la calle. La ciudad así lo expresa, las culpas de todo un año, los ruegos de la clemencia. Los barrios resucitan, las capillas de vida llenas y los claveles que florecen, a sus pies volar quisieran. Son el enjambre donde guarece las ofrendas que te veneran.

Túnica, antifaz y capa que gloria el alma llenan. Esperan tras de la puerta, la estación de penitencia. No hay tarea más hermosa.

En las casas de hermandad, unas marchas acordadas. Se dan puntadas y se cogen dobladillos para esas dalmáticas nuevas. Las impresoras rezuman vida. Son papeletas que aguardan, a las manos nazarenas.

Rachear que se estremece bajo unas parihuelas. Candelabros y varales, que la plata ya hermosea, para cobijar a una Madre que espera vestida de hebrea. Y todos nos preguntamos si sabrá lo que le espera. Sus ojos parecen nerviosos. Ella también resta los días que quedan para que sus hijos la lleven como una reina.

La cera se extingue lenta. Los cirios que ya no cuelgan porque dibujan candelería que es joyero para una reina. Espera con impaciencia, en la sombra de la Iglesia, al palio que da cobijo a la hechura de su grandeza.

Y casi sin ser conscientes, la cuenta va terminando, menguando está la resta para la dicha de lo que queda. El tiempo va adivinando la hermosura de lo que queda.

Corona para una Reina, pañuelo para su pena, encaje para su cara y que luzca radiante y bella.

Y el tiempo que se ha parado, al verte de amor repleta, siendo trono de tu paso y la más preciada perla. El tiempo se ha consumado y marca el fin de la Cuaresma. La Señora sube al palio. Nunca estuvo tan bella.

Y es la tarde que ya tiene, ansiada luz de Cuaresma. El sol que se detiene, el horizonte que lo besa. La luna que lo conjura para así retrasar su vuelta y el cielo como escenario del naranja que lo vela.