Ante el nuevo curso pastoral

La carta del arzobispo

Image
01 sep 2018 / 22:08 h - Actualizado: 01 sep 2018 / 22:10 h.
"La carta del arzobispo"

Queridos hermanos y hermanas: Como en años anteriores, a principio de curso, deseo señalar los acentos pastorales que deberemos tener muy presentes, asumiéndolos y aplicándolos en nuestras comunidades con empeño y generosidad.

Subrayo las prioridades que marca nuestro Plan Pastoral Diocesano, Siempre adelante, porque Dios nos espera, porque los hermanos nos esperan, que tiene vigencia hasta el año 2021. El objetivo fundamental para el curso 2018-2019 es Desarrollar la Iniciación Cristiana y primar una catequesis kerigmática y mistagógica.

Todos somos conscientes de que hoy la fe no puede darse por supuesta. En los últimos años se ha debilitado la transmisión de la fe en la escuela y en la catequesis y se ha cegado en buena medida uno de los canales más importantes en la transmisión de la fe, la familia. El secularismo, por otra parte, envuelve a un amplio número de bautizados, que engrosan lo que hemos dado en llamar el cristianismo sociológico, pero que normalmente piensan, deciden y viven como si Dios no existiera. Todo ello, lejos de apagar nuestra esperanza, ha de hacerla más humilde y capaz de confiar sólo en Dios. Así, hoy más que nunca es necesario un nuevo anuncio, una Nueva Evangelización, con nuevo ardor, con nuevos métodos y nuevas expresiones; hoy es más necesaria que nunca la iniciación cristiana y la catequesis, para suscitar de nuevo la fe, la esperanza y la caridad.

En la iniciación cristiana, hemos de seguir fielmente cuanto prescribe el Directorio Diocesano. Se trata de una verdadera pastoral misionera, pues hemos de aprovechar la preparación para la recepción de los sacramentos del bautismo, primera comunión y confirmación para llegar también a las familias de los candidatos. Y sin separarnos un ápice de la iniciación cristiana, tengo muy en cuenta las iniciativas legislativas que desde los poderes públicos propician hoy en la escuela una educación sexual de nuestros niños y jóvenes, que hace tabla rasa de la ley natural, al tiempo que conculca los derechos de los padres, los primeros educadores de sus hijos. Por ello, con la tutela de la Delegación diocesana de Familia y Vida, ofrecemos a las parroquias y colegios cursos fiables de educación afectivo-sexual para los adolescentes y jóvenes fundamentados en una sana antropología cristiana.

Por otro lado, en las Orientaciones Pastorales para el quinquenio, se habla también de la necesidad de avanzar en la conversión misionera y en la reforma de las estructuras eclesiales. Insisto en que no puede haber evangelización sin conversión, ni misión sin discipulado. Efectivamente, una Iglesia que quiera ser luz y sal, tiene que ser una Iglesia convertida, una Iglesia de santos; sólo así seremos discípulos misioneros y superaremos un cristianismo tibio, sociológico y conformista, anclado en una espiritualidad de mínimos y con escasa proyección misionera.

En otro orden de cosas, tampoco debemos orillar en este curso otros dos objetivos: potenciar el servicio evangelizador de la piedad popular y cuidar la dimensión social de la evangelización y la opción por los pobres. Respecto a la primera, animo a seguir ayudando a nuestras hermandades a vivir su identidad más genuina y a potenciar cada día su compromiso evangelizador. En cuanto a la segunda tarea, insto a no bajar la guardia, pues los que sufren siguen estando ahí, y la acogida y el servicio a los pobres es la prueba más palpable de la autenticidad de nuestra vida cristiana.

Este curso, además, pondremos el acento en la juventud con motivo de la celebración del Sínodo de los jóvenes. Al ser preguntados, éstos han pedido a la Iglesia autenticidad, humildad y que sepa perdonar. Desean ser escuchados, que la Iglesia comparta su alegría, que la mujer ocupe el lugar que se merece y que el lenguaje con el que le hablemos les sea cercano y reconocible, que se les acompañe en todos los aspectos y momentos de la vida, que la pastoral vocacional no esté volcada exclusivamente en el sacerdocio o la vida consagrada, que se utilicen en la evangelización los medios actuales y se abra camino a la creatividad que ellos pueden aportar.

Por este motivo, animo a los sacerdotes y a los jóvenes de nuestra Archidiócesis a salir al encuentro de los jóvenes de las periferias para descubrirles que Jesucristo es el camino que verdaderamente libera.

Por último, quisiera referirme a las misiones, dado que el mes de octubre cobrará en 2019 un significado especial. Se cumplirán cien años de la encíclica Maximum illud del papa Benedicto XV, considerada la carta magna de las misiones en nuestro tiempo. El Papa desea que esta efeméride ayude a renovar el ardor y la pasión misionera, por lo que, en su momento enviaremos materiales para inspirar, provocar y estimular a la reflexión. Dios quiera que la celebración del octubre misionero de 2019 sea en nuestra Archidiócesis un verdadero acontecimiento de gracia que nos ayude a todos a conocer mejor la teología de la misión ad gentes, a dinamizar nuestro ardor misionero y a comprometernos eficazmente en el anuncio de Jesucristo en la misión.

En los inicios de este nuevo curso, el Señor nos invita a echar las redes y a remar mar adentro confiando en su Palabra. Cristo resucitado nos ha prometido estar con nosotros hasta el fin del mundo (Mt 28,20). En su compañía iniciamos esta nueva andadura con la esperanza y el ánimo que nos da su palabra: «¡mar adentro!» (Lc 5,4). En las manos de la Virgen de los Reyes, ponemos todos nuestros anhelos y esperanzas. Que ella nos acompañe con su mirada maternal a lo largo de este curso.

Para todos, mi saludo fraterno y mi bendición.