Ante la posible absolución de Torrijos

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04 mar 2017 / 22:05 h - Actualizado: 05 mar 2017 / 09:19 h.

Se abre paso la posibilidad de la absolución de Antonio Rodrigo Torrijos así como de otros tantos implicados en el caso Mercasevilla. La vista oral está poniendo de manifiesto suficientes razones para ello mientras que la lenta tramitación judicial del este asunto puede jugar a favor de los encausados que saldrían sin condena alguna. Esto es, una historia que ha consumido innumerables titulares de prensa y que ha arrastrado por el lodazal el buen nombre de personas y empresas, podría quedar en nada por una verdadera falta de argumentos y elementos objetivos más allá de las conjeturas y suposiciones sobre tramas organizadas y demás para delinquir que se hayan podido manejar a lo largo de la tramitación de la causa. Una retahíla de sobra conocida aquí en Andalucía y que ha traído la ruina para muchos implicados que después de soportar durante años la pesada carga de la imputación luego todo queda en nada.

En cuanto a Torrijos, no hace falta que un tribunal decrete su inocencia. Puede que sea un hombre obstinado y que, incluso, en su afán de desmarcarse de la especulación urbanística que entonces reinaba a sus anchas, optara por un método alternativo a la simple subasta, algo que luego se le volvió en su contra y a todos aquellos que participaron en ese proceso ahora en cuestión. Puede que estemos ante un flagrante error administrativo y hasta político pero, desde luego, no nos atrevemos a decir, ante un saqueo de las arcas públicas o frente a cualquier otro chanchullo de los que últimamente estamos conociendo en los linderos la administración pública de este país. Sí, Torrijos es un obstinado, pero de su ideología y sus creencias de izquierdas y que mantiene firmes en su devenir diario a pesar de los disgustos que le han ocasionado.

Si finalmente se produce, como se espera, esa absolución, Torrijos podrá respirar tranquilo, y acometer con más fortaleza, si cabe, los achaques físicos que ahora le afectan. Pero lo que a buen seguro no hará será arremeter contra aquellos que de forma mezquina le llevaron hasta esta difícil tesitura. Mucho podría contar de lo que se ha venido ventilando entre bambalinas de este caso. De las buenas palabras recibidas que luego se olvidan con el manido argumento de que «todo es cosa de los abogados», detalle que, también, podrían revelar, con nombres y apellidos, algunos más de los encausados. Igualmente podría decir de las abultadas facturas para pagar letrados y que pudieron salir del ámbito público, todo era poco para seguir alimentando la llama del pleito con el que acompañar la madre de todas las batallas, el caso de los ERE. Tampoco puede que le dé por actuar contra algunos de los suyos que fueron muy ligeros a la hora de quitarlo de la primera línea, tal y como mandan los cánones de estos tiempos tan convulsos que no hacen distinción alguna y que trituran sin miramientos trayectorias enteras dedicadas a la política, entregadas, en fin, a una acción encaminada a mejorar nuestra sociedad.

Si se produce, por tanto, la apuntada absolución habrá que convenir en reconocer que si bien la Justicia es lenta, hace su trabajo poniendo en su sitio las cosas aunque el daño ya esté hecho. Fiel a su estilo, puede que podamos contemplar a partir de ahora al propio Torrijos, como siempre, paseando por las calles de Sevilla con su bolso y su pipa, más ligero de equipaje aún y puede que hasta con un profundo resentimiento que proyectar contra otros. Todo puede ocurrir, hasta que siga envuelto en esta negra historia que se ha empeñado en cerrar una carrera política de una forma que nunca soñó pagando así un altísimo precio que de ningún modo verá resarcido suficientemente.