Hoy la península Ibérica es la cara y la cruz de la nueva Europa que se abre ante los ojos del mundo. Es la cara una Portugal que con un gobierno de coalición de izquierdas se convierte en un rara avis en la Europa de los recortes y de los mercados. La Portugal de izquierdas, que recupera renta y derechos para las clases trabajadoras, contrasta con la España de la precariedad, de los desahucios, de salarios de miseria y de gobiernos aupados por extrañas abstenciones. Parece como si la apuesta por lo auténtico en Portugal diera los réditos que en España desaparecen por complejas componendas, la autenticidad de la izquierda haciendo políticas de izquierda contrasta con el gazpacho que conforman la derecha y el social-liberalismo que vegeta en cuitas internas en España.
El destino este fin de semana ha querido ser caprichoso, o no –que diría Rajoy–, y nos ha plasmado esta realidad en forma de resultados musicales. En Eurovisión Portugal ha hecho la apuesta por lo auténtico, por lo suyo y con una balada de amor, todo un clásico, vence en un lugar en el que España queda en último lugar con una canción en inglés, con gallo incluido. Cara y cruz en Iberia.
Termino mi artículo antes de irme a la Feria de Osuna donde cada año más compruebo como las sevillanas que suenan son las de hace décadas, se ha perdido aquello de la sevillanas de este año y esa música nuestra se sustituye por Shakira, Enrique Iglesias o la bachata. Es la misma cruz de Eurovisión, la escasa apuesta por aquello que nos identifica, que nos hace pueblo, es olvidarse de lo auténtico en Andalucía.