Viendo ayer el debate de patio de colegio o terraza de taberna de la moción de censura de Podemos al Gobierno, de un nivel acorde con la España actual, recordé que tal día como hoy de hace cuarenta años ejercí por primera vez el derecho a votar. Voté al Partido Comunista de Santiago Carrillo no porque supiera muy bien lo que era el comunismo, sino porque sabía algo de lo que era la derecha. Con todo lo que se quiera decir hoy sobre aquellos líderes y teniendo en cuenta el momento histórico, tan delicado, lo cierto es que no hay color. No es lo mismo Carrillo que Pablo Iglesias, Felipe González que Pedro Sánchez o Adolfo Suárez que Mariano Rajoy. Sobre todo porque con 19 años estaba pensando en cómo labrarme un futuro y tenía hambre de libertad y justicia para los míos. Fue la única vez en mi vida que sentí que la política era algo grande. Después de cuatro décadas, sinceramente, y aun pensando que sigue siendo fundamental, creo que estos de ahora no merecen ni que encienda el televisor para verlos. Me han robado algo más que dinero: la ilusión de sentirme útil.