Aquel prodigioso Manuel Vallejo

Vallejo no tuvo que emigrar para hacerse cantaor, porque había nacido en el rincón más flamenco del mundo. Curiosamente, en una familia sin ninguna tradición artística y mucho menos flamenca

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Manuel Bohórquez @BohorquezCas
13 oct 2017 / 23:07 h - Actualizado: 13 oct 2017 / 23:09 h.
"Flamenco","Desvariando"
  • Aquel prodigioso Manuel Vallejo

Tal día como mañana domingo, día 15 de octubre, de 1891, nació en Sevilla el mejor cantaor de esta ciudad, Manuel Vallejo. El más largo de todos, sin duda, puesto que no destacó solo en uno o varios palos del cante, sino en todos los que interpretó, desde la saeta a los tangos y desde las seguiriyas a las cantiñas. Quisieron encasillarlo en las granaínas, las saetas y los fandangos, pero tenía demasiada calidad para reducirlo a eso, en palos como las tarantas, las soleares, las malagueñas o las alegrías. Cantaor enciclopédico, sí, al que solo pudo arrimarle agua la Niña de los Peines.

Nació el genio del cante sevillano en el número 1 de la barreduela de Padilla, callejón de la calle San Luis, bautizándose en San Marcos. En aquella época, esa zona era la más flamenca de Sevilla: el barrio de la Feria, San Juan de la Palma y la Alameda, donde nacieron muchos y grandes artistas del género como José Lorente, el Maestro Pérez, Manuel Escacena, Amalia Molina, Salud Rodríguez o El Colorao. Y donde vivieron durante algún tiempo figuras como El Canario, Ramón el Ollero, Frijones, El Cuervo Sanluqueño, La Andonda, Carito de Jerez o el mismísimo Silverio Franconetti.

Vallejo no tuvo que emigrar para hacerse cantaor, porque había nacido en el rincón más flamenco del mundo. Curiosamente, en una familia sin ninguna tradición artística y mucho menos flamenca. Una familia acomodada, por cierto, luego en Vallejo no se cumplía la máxima de que el cante jondo viene de la pobreza y la marginalidad. Sus abuelos paternos vivieron en el centro de Sevilla, en El Salvador, una zona en la que no vivían los pobres, aunque los habría. Y los padres de Vallejo fueron bautizados los dos en la Parroquia del Salvador, luego nacieron en esa zona tan importante de Sevilla. Su madre aparece viviendo en 1875 en el número 4 de la calle Guzmán el Bueno, en El Sagrario, con 6 años.

Manuel Vallejo nació en el lugar ya indicado y en 1895 aún vivía la familia en Padilla. En el padrón de ese año aparecen Manuel Jiménez Vallejo y Manuela Martínez de Pinillos y Varas, sus padres. Manuel Vallejo y sus dos hermanos, Joaquín y Anastasio, de 7 y 1 año de edad, respectivamente; Dolores Vallejo Molina, la abuela paterna, y Luisa Vallejo, una prima del padre. Más tarde vivirían en Bustos Tavera y en otras calles de esa misma zona. El genio del cante habitó siempre en el casco antiguo de la capital andaluza, luego su cante sabía a Sevilla cantara lo que cantara. A la Sevilla de los cafés cantantes de Silverio y El Burero, del Maestro Otero y el Salón El Novedades.

Aunque fue un niño prodigio del cante, de sus comienzos se sabe poco. Es una lástima que cuando se editó su obra discográfica completa, por parte de la Federación Provincial de Entidades Flamencas de Sevilla, no se hiciera una completa biografía de uno de los artistas más universales de Sevilla y de los más grandes cantaores de todos los tiempos. ¿Se imaginan que a estas alturas no se supiera casi nada de la vida de Mozart o Picasso? Pues de Manuel Vallejo se sabe mucho a partir de los años veinte, cuando era ya una figura, aunque muy poco de sus comienzos, cuando siendo un adolescente cantaba en la Velada de San Juan de la Palma y se oía su voz en todos los barrios y arrabales de Sevilla.

De no haber sido cantaor, Vallejo habría sido pescadero, como su padre. Él siempre aseguró que era gaditano y de familia marinera, y aunque bromeaba mucho con el verdadero lugar de su nacimiento, porque fue un guasón, lo cierto es que pudo haber nacido en Sanlúcar de Barrameda, ciudad gaditana a la que sus padres estuvieron muy ligados y en la que pasaron muchos veranos. Es innegable, por ejemplo, la afición de este cantaor a los cantes de Cádiz, aunque en su época era la tendencia, puesto que también eran muy gaditanos la Niña de los Peines y su hermano Tomás, entre otros, seguramente por la influencia de cantaores como Don Antonio Chacón, Manuel Torres y el Niño Medina, que aunque eran jerezanos, tocaron mucho el cante de Cádiz y los tres hicieron sus carreras en Sevilla, siendo figuras fundamentales cuando Vallejo era un adolescente.

A la hora de analizar su obra, de las más extensas e importantes del cante flamenco, es fundamental saber sobre su vida como ser humano. Todos coinciden en que era un hombre raro y de difícil trato, y que eso se volvió en su contra a la hora de su retirada del cante, siendo ya un hombre septuagenario. Ganó mucho dinero, pero al final de sus días se vio sin un duro y, según dicen, sin apenas amigos de los de verdad, de los que están sobre todo en los malos momentos. Mi padre murió en la misma habitación del Hospital Central de Sevilla donde murió Vallejo, aunque unos días antes, a finales de julio de 1960. El cantaor murió el 7 de agosto de ese mismo año. Un hermano de mi padre, Antonio Bohórquez Ponce, me contó que apenas iba nadie a verlo al hospital en esos días tan negros para el maestro, y que estaba triste por eso. No murió tan solo como algunas veces se ha asegurado, pero tampoco rodeado de mucha gente, al no tener hijos, al menos reconocidos.

Para entender la personalidad de Manuel Vallejo hay que irse a sus comienzos como cantaor, cuando se fue a Barcelona por no adaptarse a la vida de Sevilla, una ciudad cruel con los homosexuales, y la capital andaluza lo era en aquellos años. No se ha hablado mucho de la homosexualidad de Manuel Vallejo, por los tabúes que aún hay en este arte, pero algunas malas experiencias vividas en su tierra, que le hicieron mucho daño siendo muy joven, marcaron de alguna manera su carácter, bastante agrio y desconfiado.

En 1926, Manuel Vallejo fue galardonado en Madrid con la Llave de Oro del Cante. Le entregó el trofeo otro genio del flamenco, Manuel Torres, al que Vallejo adoraba, porque era un enamorado del arte de los gitanos. Aunque fue chaconiano hasta la médula, don Manuel era un gitanista empedernido, enamorado de la Niña de los Peines y de su hermano Tomás, de los gitanos herreros de Triana y del arte inigualable de La Malena de Jerez.