Arde el camino

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17 oct 2017 / 20:55 h - Actualizado: 17 oct 2017 / 20:55 h.

El retrato apocalíptico de los pavorosos incendios que asolan las tierras de Galicia, Portugal y Asturias se enhebra –inevitablemente– a los recuerdos de tres caminos y una misma meta: Santiago de Compostela. El peregrino que marcha hacia la tumba del Apóstol desde la clásica ruta de los francos se adentra en los misterios y la espesura de Galicia a través de la sierra de Los Ancares. Antes ha tenido que cruzar el duro fielato del puerto del Cebrero para templar su entusiasmo. Pero esos bosques mágicos y hasta la amable olla leonesa del Bierzo que los preceden han sido pasto de las llamas. El fuego ha llegado a poner en peligro el caserío de Triacastela, el oasis verde y acogedor que precede al punto en el que el camino –en los últimos tiempos– se ha convertido en nefasta romería.

El peregrino –que nunca dejará de serlo– siente suya esta tierra quemada que le abrasa el alma. Pero el problema no es nuevo. La ruta portuguesa que cruza Braga y Oporto buscando la raya de España a través del puente de Tuy ya era compañera inseparable de las llamas desde hace algunos años. Y esas tierras pontevedresas tampoco se han librado del fuego que dibuja su dudoso triunfo a un lado y otro del Miño. En Asturias también huele a tostado: el Camino Primitivo evoca la senda que escogió Alfonso II El Casto para rendirse ante las reliquias del hermano de Cristo. Las lenguas de fuego también lo han cercado. Arde el monte y su universo; se quema el Camino y se abrasan algunos estantes de la memoria.