Cuenta atrás para la retransmisión en directo de la insurrección a la catalana. Contra catalanes y contra otros españoles. Soflamas de última hora desde la Generalitat para arengar a los incautos que van a ser domingueros desobedientes y vanguardia de una identidad falsificada. Pueden verse inmersos en incidentes traumáticos y vergonzosos. Sin ser conscientes de que quienes están jugando con ellos como cobayas no son solo sus actuales gobernantes. Quienes también sientan las bases para tirar la piedra y esconder la mano son algunos arribistas de puente aéreo Barcelona-Madrid Madrid-Barcelona, tanto monta monta tanto. Trepas con vitola de catedráticos, o periodistas, o consultores, o empresarios, o juristas, etc., que venden su fatuidad al mejor postor. Para asesorar y para dorar la píldora. Especialistas en forrarse al calor de sacarle punta a cada media verdad de los conflictos, y se ponen a resguardo cuando su Titanic ya ha zarpado rumbo al iceberg. Dentro de unos días, tras una primera estimación de daños, riesgos y oportunidades, y con un gin tonic en la mano, se postularán aquí y acullá como actores necesarios de una nueva etapa, tras haberse lucrado ya como cómplices de una crisis nacional que han contribuido a incubar.
Aterrizan corresponsales extranjeros ávidos de glosar épica libertadora en suelo europeo, porque ya no emociona a las audiencias un tumulto en El Cairo, en Cochabamba o en Hong Kong. Cuando les repartan claveles y abrazos, tendrán algo en común con la mayoría de los nietos de emigrantes andaluces que se han enfundado la estelada: Lo ignoran todo sobre la mejor Cataluña. Por ejemplo, no tienen ni idea de quiénes son Els Joglars, la compañía de teatro que le plantó cara al franquismo y se jugó una condena en consejo de guerra. La misma que fue proscrita en Cataluña desde hace veinte años tras ser pioneros en escenificar el cinismo de Jordi Pujol como padre de la patria.
Referéndum no hay. Lo que sí debería haber es jornada de reflexión. En toda España. Les sugiero una sesión de sofá para ver un clásico del cine: Viva Zapata, la gran película dirigida por Elia Kazan, con maravilloso guión de John Steinbeck, Premio Nobel de Literatura. Fíjense en Aguirre, el personaje muy bien encarnado por el actor Joseph Wiseman. Arquetipo del arribista en política, de la ambigüedad calculada del periodista, o del asesor, o del intelectual, o del comisario... a la sombra del personaje carismático. Para susurrarle al oído, para aprovecharse del pueblo que da la cara. Hasta que ya no le conviene y opta por traicionar al líder y a la causa a cambio de seguir vivaqueando en los entrepalcos del poder. Vean y escuchen a Aguirre. Es tan poliédrico que les va a resultar familiar. Lo van a emparentar con los demagogos, con los equidistantes, con los sectarios, con los pescadores de río revuelto, con los que se ponen de perfil,... Y, sobre todo, búsquenlo en las crónicas confidenciales sobre almuerzos o cenas en los que se mascullan estrategias y se trafican influencias a costa de dejar en la cuneta a quien convenga desestabilizar en Barcelona o en Madrid. Golpes de tahúr sin la gracia de Paul Newman y Robert Redford, jugando irresponsablemente con el porvenir tanto de los catalanes soliviantados como de los amedrentados.