Artículo 56

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12 may 2017 / 23:19 h - Actualizado: 12 may 2017 / 23:20 h.
"Pareja de escoltas"

Vivimos, ¡ay!, tiempos de ordenancismo. Lo que hasta ayer se hacía con naturalidad y eficacia, ahora encuentra una férrea barrera burocrática que, difícilmente, digiere el sentido común. No digo que las normas en cualquier terreno sean innecesarias, sino que cuando las reglas no se sostienen en el uso y las buenas costumbres acaban por verse como cortapisas despóticas por parte del legislador y, por lo mismo, tienen los días contados (exactamente los mismos que dure en su puesto la cabeza pensante que las impuso). Afirma el diccionario de la Academia que ordenancismo es la «tendencia a una reglamentación prolija o excesiva», o peor, la «tendencia a un exceso de celo en la aplicación de las normas». Y exactamente eso es lo que padecemos hoy en el mundo de las cofradías. Ya lo experimentamos en los viacrucis de Cuaresma y ahora toca sufrirlo a las hermandades de Gloria. Y, como quien hace la ley hace la trampa, se dice que basta con cambiar las reglas y todo solucionado. Por eso, si antes las reglas de cualquier hermandad pervivían durante generaciones con escaso articulado y menos variaciones; ahora, cada poco tiempo se convocan cabildos generales para enmendarlas. A esto se suman los reglamentos de régimen interior, los de uso de la casa de hermandad, los que afectan a capataces y costaleros, los derechos sobre el columbario (toquemos madera)... Dios mío, y el evangelio tan sencillo. Pero, claro, eso lo escribieron cuatro privilegiados.