Mucho se ha hablado desde la llegada de Unai Emery de si este Sevilla está o no preparado para mirar de tú a tú a los grandes de la Liga. Ayer se demostró: rotundamente sí, lo está. Nada tiene que ver el partido que vimos ayer con el desastre del Vicente Calderón en la primera vuelta, por ejemplo, o cuantos tropiezos quiera usted recordar en la historia reciente de este equipo. Ya se venía avisando: si había un momento para ganar al Barça era éste. Sí, al líder. Al mismo que tiene amargado a esa gran parte del país que todavía cree que el mundo sólo piensa en blanco. Y aunque no ganó el Sevilla, el punto arañado sabe a gloria, a victoria. Una pena que no se llevase los tres puntos. Por pundonor, ganas, casta, coraje y todo lo demás que usted quiera añadir, el Sevilla debió ganar este partido. Porque se lo merece, porque está haciendo la mejor temporada de su historia y porque si existe justicia en el fútbol, este equipo tiene que estar el año que viene en la Champions League. No ganó y no vale de nada celebrar un empate, pero hoy los sevillistas saben que el de ayer es un punto de los que valen. Porque sigue sin perder y sobre todo, por todos los que ayer al salir del Sánchez-Pizjuán se sentían orgullosos de su equipo, de su fútbol y sobre todo de su hambre. Así sí, siempre así. Este es el Sevilla que todos reclaman y le pese a quien le pese, este es el Sevilla de Unai Emery.