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Viéndolas venir

Basura

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Álvaro Romero @aromerobernal1
01 ago 2019 / 09:58 h - Actualizado: 01 ago 2019 / 10:02 h.
"Viéndolas venir"
  • Basura

Hubo una época, no demasiado remota, en que las mujeres (sí, solo las mujeres), recién levantadas, barrían la puerta de su casa, la regaban y la dejaban como los chorros del oro. Cada una la suya. Hiciera falta o no. Había una regla tácita de buena vecindad consistente en limpiar casi un metro de la vecina, algo menos quizá, lo que alcanzaba el palo de la fregona desde esa frontera inexpugnable que marcaba el límite de la propia acera. Cuando cada ama de casa terminaba esa primera faena, era como si hubieran visto todas las redes sociales y hojeado todos los periódicos, porque ya se habían enterado de lo fundamental.

De esa época apenas se acuerda ya nadie porque sobrevino otra en que la limpieza del viario público no solo dependió ya del Ayuntamiento y su siempre escasa maquinaria, sino que irrumpió esa falta de educación profunda transformada en chiste sin gracia: voy a ensuciar para dar trabajo. Lo repiten no solo los alumnos en clase, que tantas veces dejan hecha una pocilga, sino los padres soltando cáscaras de pipas en los parques, las madres arrojando el papelito de los mocos allá lejos, trazando esa vergonzosa elipsis con la muñeca para que el pañuelito caiga justo en su ángulo muerto, los chiquillos a quienes se les permite arrojar el zumito por la ventanilla del coche en marcha, total, ya lo recogerán. Y así nos luce el espacio público, bajo esa regla inviolable de que lo que es de todos no es de nadie.

Las huelgas de basura funcionan hoy a la perfección porque se nota enseguida cuando el municipio no cumple con su obligación. Estamos acostumbrados ya a que el ciudadano se comporte como un niño y nadie lo reprenda. Si hay alguien que lo hace, como mi amiga Inés Sivianes Valdecantos, que emprende una campaña alucinada para combatirlo, enseguida nos rasgamos las vestiduras porque se nos queda en la retina la instantánea de su foto del parque hecho una porquería con la papelera para nada al lado. Esta sociedad es muy de rasgarse las vestiduras cuando ve fotos, vídeos, barbaridades, y si son del más allá, mucho mejor. El ecologismo siempre empieza por las ballenas del Japón, nunca por el umbral de nuestras casas.