¡Bendita ilusión!

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23 dic 2017 / 20:49 h - Actualizado: 23 dic 2017 / 20:49 h.

No eran imaginaciones, porque... Un gozo inmenso, realísimo, indescriptible, repentino, como un fulgor insoportable, me sobrecogió. Nunca había sentido nada igual. El corazón me estallaba. Un muchacho (¡pero era yo que soy viejo!) bajaba corriendo, despeñándose, a trompicones, por una montaña, gritando con todas sus fuerzas hacia una pobre aldea al pié de la ladera: ¡Somos hijos de Dios! ¡Somos hijos de Dios!

Enseguida, la enorme violencia de los latidos hizo que me despertara. Al poco, me tomé el pulso, y todavía tenía 140. Así que, era un sueño-visión de unos segundos o menos, pero con toda su carga de simbolismo y con una sensación que me convulsionó y me arrebató el cuerpo y la mente como una gran ola.

Interpretación freudiano-racionalista: simple proyección onírica de profundos deseos, de una historia personal conservada en el subconsciente.

Interpretación místico-religiosa: una gracia, un don, inmerecidos como todo don o toda gracia, y una llamada, un aldabonazo a la conciencia de un creyente poco comprometido y mediocre («... y a los pobres se les comunica la Buena Nueva»).

Interpretación personal: En todo caso, algo que agradecer profundamente, y que analizar con amor y temblor, porque si somos nuestra memoria, también somos nuestros sueños, dormidos o despiertos: la Montaña del Misterio que se Revela, el correr despendolado, el joven que en el fondo somos, el gozo infinito nunca sentido, el mensaje gritado a todo pulmón a la «pobre aldea»... la «evidencia» gozosa de que no estamos solos en un Universo a la deriva.