¿Bienvenido, Mister Marshall?

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04 ago 2018 / 22:18 h - Actualizado: 04 ago 2018 / 22:19 h.

No me las voy a dar de experta economista, si lo fuera mis cuentas bancarias tendrían otro color. Pero cuando he oído que el nuevo presidente del PP, Pablo Casado, ha propuesto un «Plan Marshall para África» como solución al problema migratorio, enseguida recordé que no todo fueron luces en aquella operación de reconstrucción económica europea tras la Segunda Guerra Mundial. Y que si Casado critica el buenismo y la demagogia del Gobierno socialista en el trato a los inmigrantes ilegales, ya me dirá a mí cómo calificar una iniciativa que pretende comprometer a la UE en un programa de ayuda y supervisión del desarrollo del continente negro. En fin, que no conseguimos ponernos de acuerdo para administrar lo nuestro y Casado confía en que una conjunción de fuerzas planetarias va a resolver los problemas de África. Se ve que el máster le proporcionó al dirigente popular unos conocimientos que no están al alcance de todos.

Pero vamos, no quiero hacer sangre y tampoco es cuestión de agarrarse a la literalidad. Por lo menos el sucesor de Rajoy le ha puesto un nombre a lo que deberíamos hacer para frenar la presión migratoria, algo es algo. El Plan Marshall ha recibido unos elogios exagerados según no pocos y reputados historiadores, pero en general puede considerarse el paradigma de programa intergubernamental a gran escala diseñado y aplicado coordinadamente para resolver un problema socioeconómico concreto.

Recuerden: el secretario de estado norteamericano George Marshall impulsó este plan de rescate económico dirigido a dieciséis países europeos devastados por la Segunda Guerra Mundial. En su honor, al plan le dieron su nombre y en consecuencia a él le dieron el Nobel de la Paz. Entre los años 1948 y 1952, los EEUU ofrecieron ayudas económicas por un valor de 13.000 millones de dólares que fueron administrados bajo el control de un organismo creado expresamente para ello, la ACE (Administración para la Cooperación Económica), que tenía un representante encargado de asesorar y controlar las inversiones en cada una de las capitales de los países beneficiarios de las ayudas. Los defensores del plan no dudaron en atribuirle el rápido éxito de la reconstrucción europea, pese a que ni la recuperación fue proporcional a las ayudas (Francia y Reino Unido fueron las más beneficiadas pero significativamente Alemania se recuperó de forma más rápida y relevante) ni en todos los casos las inversiones tuvieron el fin más conveniente.

El Plan Marshall no era un proyecto filantrópico, pues EEUU necesitaba que Europa saliera de la insolvencia de la posguerra para que pudiera comprarle sus productos. El lingüista y filósofo Noam Chomsky, uno de los críticos más feroces del capitalismo moderno y de la política exterior de Estados Unidos, asegura que lo que hizo fue «crear el marco para la inversión de grandes cantidades de dinero estadounidense en Europa», sentando las bases para la colonización de las modernas multinacionales. Lo peor, con todo, fue la enorme cantidad del presupuesto del plan Marshall que fue destinado a financiar guerras coloniales (y a la misma CIA, que también se llevó un gran pellizco) y la relación manifiesta entre estas ayudas suculentas y el aumento de la corrupción en el seno de los gobiernos. Uff. En África sería un festín.

Por supuesto no quiero desilusionar a Casado, que ha soltado lo del Plan Marshall como si hubiera descubierto la pólvora, pero para mí que si no hay soluciones fáciles a problemas complejos, menos aún hay soluciones viejunas para los problemas de hoy. Ni se puede parar la determinación de las personas a buscarse la paz y las habichuelas más allá de los límites de sus países de origen, ni las mafias van a abandonar su lucrativo negocio mientras la clientela siga aumentando. El Plan Casado no se llevará el Nobel de la Paz, eso ya lo podemos ir adelantando.