Está por ver si las Setas acabarán aportando algo de modernidad a Sevilla. Sus canónigos por lo civil han conseguido de momento el rango monumental de que los tomen por locos, como pretendieron los eclesiásticos de la Catedral.
Viendo sus cuentas no es posible otra conclusión, mientras los chavales las han hecho suyas –éxito de devolverles su interés por el centro– ignorando el valor del resto de calles que las rodean y que el trasfondo de su difícil panorama actual está precisamente en estos despilfarros. Ay, esos asesores de alcaldes tan rancios en sus complejos analfabetos y carísimos. Lo que si sé es que en el pié de árbol de las Setas hace mucho que florece espontáneamente, con elogiable esfuerzo, un vanguardismo de base de esos que sí que sitúan a nuestra ciudad en el reloj en punto del panorama cultural.
Me refiero a la Sala Birimbao a la que de nuevo regresa estos días uno de sus leales, el pintor sevillano Daniel Bilbao. La unión química de ambos constituye uno de los mejores sellos de progreso y calidad de nuestra tierra. Y hay que gritarlo para general conocimiento. Además esta vez Bilbao acude con la mejor versión de sí mismo.
Frente al desasosiego pesimista que me producen sus series de herrumbrosos paisajes industriales, esta colección de arquitecturas cúbicas transmiten la poesía del cálculo, un discurso artístico de la belleza de la perfección, tan renacentista en el fondo pero tan denostada frente a la simpatía plástica popular por lo bohemio y lo ruinoso. Una perfección exenta de esa soberbia que le da tan mala prensa. Me recuerdan sus trazos a ese otro genio hispalense Luis Fernández, con sus juegos de luces rectas de setos y jardines, aquí trasladados a la sólida mampostería de las edificaciones. Pero manteniendo la dimensión abarcable de la persona que, aunque nunca está siempre se presiente, quizá en el mismo espectador.
Bilbao y Birimbao, solubles en su paranomasia, nos reconducen en cualquier caso y sin tener que echar mano de lo abstracto, a la convicción de que la mejor fidelidad a tu tierra es aportarle nuevos caminos y no retorcerse en la repetición del tópico, una ventana de libertad hacia nuevos horizontes, eso es para mí esta exposición. Aquí sí que está la modernidad de Sevilla, que claro que existe. Para que luego vengan otros a salvarguardar nuestro futuro, robándonoslo en la hipoteca de sus megalomanías.