Blanco, rojo y morado

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17 mar 2017 / 13:55 h - Actualizado: 17 mar 2017 / 14:35 h.
"Sevilla FC","Alguien tenía que decirlo","José María del Nido","José Castro","José María del Nido Carrasco"

El fútbol se le arrebató de las manos a los hinchas a principios de los 90 del siglo XX. Pocos nos dimos cuenta en su momento y muchos nos lamentamos desde hace tiempo, a estas alturas ya del siglo XXI. En estos 25 años, los clubes han demostrado que la Ley de Sociedades Anónimas Deportivas, además de servir para enterrar (que no cobrar) la monstruosa deuda de los clubes de fútbol, abrió la puerta de las oficinas de los estadios a depredadores de corbata ajenos a los sentimientos del escudo. Aterrizaron personajes variopintos con un amplio catálogo de escándalos económicos, con billetes morados rebosando por las esquinas de sus maletines, con oportunos convenios urbanísticos que no necesitaron disimulo y operaciones bancarias tan asombrosas como financiadas por la ciudadanía sin que esta se diera cuenta de esa habilidad de trileros.

El Sevilla FC, que resistió hasta la extenuación a finales de esos años 90 a las siempre especuladoras manos ajenas, las que lo llevaron incluso a la Segunda División, volvió a tirar de orgullo y sentimiento para reinventarse y salir a flote. La fuerza del sevillismo levantó su pisoteada bandera y su descolorido escudo en base a unos valores de amor propio transmitidos de generación en generación y que ya antaño fortificaron a un club grande. Una de esas muestras fue la creación de Sevillistas de Nervión, un grupo de ilustres sevillistas dispuestos a quitar de esas manos indebidas las acciones llamadas malditas. El Sevilla se gestionaba a través de un consejo de administración en lugar de la clásica directiva, con personas propietarias de acciones en lugar de la confianza del aficionado. Pero el Sevilla se las había ingeniado para maquillar esa realidad y funcionar con el espíritu de un club (FC) aunque fuera una empresa (SAD). El espíritu de Ramón Sánchez-Pizjuán, capaz de hacer que los sevillistas eligieran en elecciones al presidente cuando sin votación tenía el camino despejado.

El siglo XXI empezó con el retorno definitivo a la Primera División y disfruta de su 17º año con un Sevilla instalado de nuevo en la grandeza que perdió en la segunda mitad del siglo XX. Sin embargo, el fútbol nunca volvió de forma real a las manos de los hinchas. El Sevilla ha seguido gestionado por sevillistas pero parece estar a punto de mandar al quinto pino la fórmula de su éxito, la receta de su pureza, la llave del fútbol según Nervión. Tres grandes familias controlan la mayoría de su accionariado: Del Nido (27%), Carrión (15%) y Sevillistas de Nervión (15%). Cada uno con un expresidente más o menos afortunado (José María del Nido Benavente, Rafael Carrión y Roberto Alés) y un actual máximo mandatario, José Castro, también de este último grupo, al que todos miran ante lo que se avecina. Mientras, el arquitecto de este Sevilla grande ultima los detalles de un adiós doloroso y relacionado también con este asunto. Las motivaciones de Monchi, que también se llama Ramón, nunca fueron de color morado.

Dos décadas después, vuelven a llamar a las puertas del Ramón Sánchez-Pizjuán manos ajenas dispuestas a especular con el Sevilla, ofreciendo maletines rebosantes por sus esquinas de billetes morados. Los Del Nido dicen que no venden, siendo consecuentes con lo que siempre defendieron. Al menos por ahora. Los Carrión callan expectantes, como siempre hicieron en las guerras entre los Del Nido y Sevillistas de Nervión, esperando su momento, que no se sabe bien cuál debe ser. Y en ‘SdN’ miran hacia otro lado cuando alguien pregunta, tanto si es un periodista como si son los hinchas del Sevilla en su asamblea anual. Pero deslizan por los pasillos, mientras diseñan puestos que ocupar en ese hipotético nuevo Sevilla, lo bonito que es el morado, un color incompatible con los principios fundamentales de su propio nacimiento. La mano ajena vuelve a llamar a la puerta del Sánchez-Pizjuán y don Ramón no puede contestar. Hay que elegir: morado o blanco y rojo.