Empecé a escribir estas líneas el mismo día que sucedió la noticia de destituir al entrenador de la Selección Nacional de Fútbol por parte de la Real Federación Española de Fútbol, y más concretamente, por su nuevo Presidente Luis Rubiales. Y lo hice porque –entre otras cuestiones– me pareció una medida sensata, valiente, plausible y llena de esperanza. Ello es así porque cuando la selección estaba concentrada en Krasnodar velando armas para comenzar el campeonato entre selecciones más importante del planeta, en ese preciso instante, es cuando el Madrid/Lopetegui, Lopetegui/Madrid aprovechan para hacer oficial el fichaje del entrenador de la selección española por dicho club.
Poco o nada importaban las consecuencias, la repercusión, el daño directo y el colateral,..., yo a lo mío. Donde dije digo ahora digo Diego, y si hacía pocas semanas que me renovaron y ampliaron el contrato hasta el 2020, pues no lo tengo en cuenta, y si estamos a 48 horas de empezar el campeonato y hay poco poder de reacción, pues me da igual, porque antepongo mis interés (legítimos por supuesto) al de todos, al general, al de España. Precisamente todo lo contrario fue lo que hizo el nuevo Presidente de la RFEF, anteponiendo los intereses de España frente a todos los demás,
Y si todo ello me parecía una medida valiente, plausible y sensata, lo mucho que ha hecho en el poco tiempo que lleva en su nueva responsabilidad Luis Rubiales, me parece esperanzador. Ello es así porque no le tembló el pulso en anular un despilfarro más, otro, como es el del viaje a Rusia por valor de 2.000.000 euros. Como tampoco le tembló en poner en su sitio al nuevo entrenador del todopoderoso Madrid, dejando bien a las claras que viene a hacer su trabajo, y a poner sentido común, que es –sin duda– el mejor de los sentidos. Mi admiración y mi apoyo.
Mientras tanto, ¡sé feliz! ~