‘Breaking Bad’

Image
19 ago 2018 / 23:00 h - Actualizado: 19 ago 2018 / 23:00 h.
"Tribuna"

TAGS:

No me he enganchado en mi vida a una serie como lo he hecho con Breaking Bad y ahora con su precuela Better call Saul. El fascinante mundo creado por Vince Gilligan se me ha metido en el tuétano. Pero sobre todo sus personajes, a cuál de ellos más fascinante. He visto las cinco temporadas de Breaking Bad seis veces y me he convertido en un friki capaz de contestar un test de 25 preguntas sobre la serie que encontré en una web de fans de la obra maestra de Gilligan y fallar sólo una. Y aún no me perdono haberla fallado.

Walter White, Jesse Pinkman, Hank Schrader, Gustavo Fring, Saul Goodman o Mike Ehrmantraut se han hecho tan míos que cuando suena el increíble tema Baby Blue de los Badfinger, siento una extraña mezcla de felicidad y tristeza. Felicidad por disfrutar de ese momento tan brutal en el que Walter White acaricia, con el amor con el que una madre acaricia a su hijo, a un brillante depósito del laboratorio en el que se ve reflejado mientras va cayendo y tristeza porque se termina una vez más. Y es que Walter White era un triste profesor de química de un instituto de Albuquerque, en el estado de Nuevo México, cuya consciencia le martirizaba diariamente al verse preso de una mediocre vida, con dificultades para mantener a su familia, hasta el punto que tiene que lavar coches cuando termina sus clases cada día. Pero un revés de la vida, en concreto un cáncer de pulmón, provoca en él una catarsis brutal y termina, curiosamente, mostrando su genialidad como químico, una genialidad que estaba abandonada y anulada por su monótona existencia y porque en un momento dado tomó una decisión equivocada, aunque en un mundo nada recomendable, el mundo de la droga. Efectivamente, crea una metanfetamina de tal pureza que revoluciona literalmente el mercado de esa droga y hace que los capos de la meta de los estados de Texas, Nuevo México y los del propio país vecino, México, se vuelvan literalmente locos por saber quién ese tal Heisenberg que está poniendo en jaque su negocio con ese increíble producto de color azul, que es el toque original que él le da a su droga y que la distingue de todas las demás. Y es por eso, mezclando creación y color azul, por lo que el supervisor musical de la serie, Thomas Golubic, eligió el tema Baby Blue para dar el colofón a esa última escena de su quinta y última temporada que pasará a la historia como de auténtico culto.

«Ese amor especial que tengo por ti, mi bebé azul», es una de la frases de esa canción y define magistralmente ese inmenso amor que Walter White tiene por la química, por la ciencia, aunque su gran creación acabara siendo una droga de una pureza nunca vista. Ese fue su gran triunfo como químico.

Si Pete Ham, fundador de los Badfinger y autor del tema Baby Blue, levantara la cabeza y comprobara que su tema incrementó su número de escuchas globales en Spotify ¡un 9.000 por ciento! once horas después del estreno del capítulo, o que vendió 5.000 copias en iTunes esa misma noche, lo que supone un 300 por ciento con respecto a los datos anteriores a la emisión del capítulo número 62 y último de la serie, volvería a morir de placer.

Pero una de las cosas sobre las que más me ha hecho pensar Breaking Bad es por qué nos enamoramos de los personajes malvados y les cogemos manía, literalmente, a los buenos. Es un sinsentido en sí mismo, siempre y cuando seas una persona normal, entendiendo por normal lo que la sociedad nos dicta, es decir, una persona que no delinque. Y es que no deja de resultar curioso que estés toda la serie deseando que los planes le salgan bien a Walter White y todo lo contrario a su cuñado, Hank Schrader, un agente de la DEA que lucha contra la lacra de la droga. ¿Por qué sucede esto? Pues al respecto de ello, indica el psicólogo clínico y escritor César Landaeta que nos gustan los malos de las películas y series de televisión porque somos presas de lo que viene a denominar la satisfacción vicaria. La satisfacción vicaria viene a ser la satisfacción a través de terceros. «Las acciones de estos personajes son violentas, despiadadas o salvajes, como a todos nos gustaría ser muy en el fondo de nuestro ser», explica Landaeta. Igualmente, el psicólogo clínico nos dice que «la represión de los instintos primarios, lograda por la socialización a la que hemos sido sometidos desde muy temprano en nuestra vida, de todas maneras no logra apaciguar del todo a la fiera interna. Ella busca expresarse de alguna forma en la consciencia o en la realidad. Si tenemos problemas emocionales, seremos unos delincuentes o asesinos; pero si somos «normalitos», como casi todo el mundo, algo de lo perverso que tiene un Walter White o un Gustavo Fring, nos hipnotiza y nos complace. La satisfacción vicaria permite un acto catártico que nos alivia la tensión».

Sencillamente una obra maestra. Una fotografía espectacular, una banda sonora perfecta, unos personajes con los que empatizas y te cautivan. Una serie que sorprende, emociona, te hace reír y entrar en cólera, que te hace sentir frustrado y complacido, boquiabierto y expectante, feliz y angustiado. Una auténtica mezcla explosiva de sentimientos. Creo que me voy a poner el capítulo uno otra vez.