Cuando la Señá Santana cantaba la nana a su nietecillo, como se sonreiría, mientras se dormiría el dulce chiquillo». El viejo barrio huele a alhucema, a estufa de cisco picón, a aguardiente y a roscos fritos esperando la nevada de azúcar molida por esas agüelas de roete bajo y toquilla de lana. Villancicos populares que desde el interior de los corrales iban amenizando el camino hasta llegar a la casa de la vecina que todo lo conoce, la Esperanza de su vida. Ahí estaba como siempre a las trianeras maneras, con las mejores galas de aquella que quiere estar guapa para su gente y que impaciente espera a que Javier, su vestidor, la vista de Reina como él solo sabe para recibir a su pueblo. Hoy es de nuevo fiesta en el barrio, con más jubilo que nunca, lleno de pureza desde el Zurraque a Santa Ana. Allí nos esperaran las madres que pronto mecerán a sus hijos en cuna de carey y olivo. José Manuel y Álvaro dos ángeles custodios con túnica de terciopelo y alas de merino al lado de su marinera ayudaran a niños y a abuelos para acercarlos a sus manos. Todo es Esperanza en Triana, es fiesta y alegría en la Casa de la Abuela. Villancicos de la borregona al compas que marca con botella de castellana el Wino de Triana. Por la O clarines de fuego de Sol intenso lanzarán al cielo de Sevilla la estrella de Oriente mas refulgente y que pronto traerán presentes al niño Manué del Patrocinio. Y es que «así nacería por aquellos días, la nanita nana, así todavía se canta en Triana». Hazme un favor, sé feliz. ~