Hoy quedan 37 días para el Domingo de Ramos, y mientras tanto nuestros amigos los chinos empiezan a celebrar el año del Perro, vienen del Gallo (2017) y pasarán al Cerdo (2019). La conclusión que ayer oí en la calle por un trajeado señor era aplastante –«cómo no van a ser más adelantados los chinos si ellos viven en el 4716 y nosotros todavía en el 2018»–. ¡Toma ya! Mientras para los orientales al perro le atribuyen virtudes como la empatía o la capacidad para superar obstáculos, para nosotros tener un año perro significa: «Quillo avé si pasa este añito que la estoy pasando canuta» que traducido al chino significa Tatocao. También solemos dedicar este atributo al individuo que «es más flojo que un muelle guita», un ser que nació cansado y que se va escabullendo de todo aquello que le puede hacer doblar la columna más de 45 grados, o aquellos otros adolescentes que se pueden pegar dando botes en una discoteca al chimpum chimpum toda la noche y luego de lunes a viernes están muy cansados para ayudar en la casa a sus padres, ¡qué buena sería la mili para esta generación nini! que hasta para hablar muestran desidia con la absurda muletilla «en plan...», no lo soporto. Nunca he entendido esta comparación puesto que si hay un animal servicial para el humano y dispuesto es precisamente el perro. Patrullas caninas que están al servicio del Estado para encontrar droga, armamento, personas, etc. o perros guías que son los ojos de aquellos que son invidentes. Hazme un favor, sé feliz.