Hoy y para siempre en el calendario de la ciudad esta fecha estará marcada con el color morado de tu túnica. Como ya dijera mi maestro a las once serán «Gran Poder en punto». Hace un año que el sol del mediodía quisiera encontrarse con tu rostro, con el dorado de tu paso, con tu acompasado andar. Nada sucede por casualidad Señor, tu lo sabías y Sevilla lo intuía. Todo parecía estar perfectamente meditado, por que la ciudad solo necesita saber por donde tu pisas para ocupar con su alma ese trozo de calle donde nos bendecirás con la mirada. Éramos caudales de corazones que buscaban desembocar a tus plantas, el silencio era la música que marcaban el racheo de las alpargatas. Hoy era el día del rezo callado, de la lágrima brillante, del destello de tus potencias, de los caminos distintos, de encuentros con las Hermanas, de Silencios Blancos y Rosarios de Plazuela, de música improvisada, de sueños cumplidos, del reencuentro de Gabriela por la Alameda, de cantos de Santa Teresa en un convento, de saetas desgarradas, de Plaza de San Lorenzo y de puerta cerrada, que sirvió de rompeolas como el mármol de tu morada, ante la ya incontenible emoción transformada en un gran aplauso improvisado al Señor de Sevilla. Nada sucede por casualidad y tú lo sabías. Reclamamos Misericordia y nos diste la lección, que aquel que busca a Dios no necesita grandes altares, ni solemnes celebraciones solo necesita la fe, por que en Sevilla todos los caminos llevan a San Lorenzo. Hazme un favor, sé feliz.