Hay cosas que por insignificante que parezcan llegan a emocionarnos. Pasamos por unos momentos de la ciudad donde se están efectuando muchas talas de árboles debido a enfermedad y debilitamiento que pueden llegar a ocasionar accidentes o caer suelo por la acción del viento u otro fenómeno. Hay arboles en la ciudad que son en si ya un patrimonio como lo pudiera ser un monumento ¿Quién piensa en San Jacinto sin su centenario ficus? ¿Quién piensa en la Glorieta de Bécquer sin la gran sombra del Ciprés de los Pantanos? Son parte de Sevilla de nuestra historia y al cobijo de su sombra han pasado miles y miles de sevillanos siglos atrás, sobreviviendo a muchas épocas de la vida, duras y menos duras. En San Lorenzo un debilitado naranjo será quizás uno de los más extraños fenómenos de la botánica Andaluza, digno de estudiar, cada año a pesar de su aparente fragilidad casi sin ramas ni hojas, cada primavera le florecen azahares para aromar la imagen del Señor del Gran Poder que en el retablo de Manuel Rodríguez Pérez de Tudela siempre nos espera. Ayer por el lugar donde llevo pasando toda mi vida perdí a un amigo arraigado a esta tierra. Bajo su sombra había jugado, había llorado e incluso había tatuado corazones atravesados con flechas. No me dio tiempo a despedirme de él, ni si quiera guardar un trozo para que me acompañara siempre. Estoy seguro que él sabía todo lo que lo queríamos quienes crecimos a su lado Ya no está tu inmensa copa, pero no ha dejado para siempre su corazón en la Tierra. Hazme un favor, sé feliz.