Carbón y acero

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25 mar 2017 / 23:37 h - Actualizado: 25 mar 2017 / 23:37 h.

Carbón y acero, tanques y acorazados, sangre y fuego. Fuego y metal para la destrucción de una Europa caleidoscópica, alemana, francesa, belga, italiana, británica, polaca, irreconciliable, versallesca. Europa, Europa pronunciada como un lamento, que es como debe leerse el título de la película de Agnieszka Holland basada en la vida de Solomon Perel, un judío que salvo su vida haciéndose pasar por ario. Trincheras, fosas y concertinas esparcidas a lo largo del territorio de una Europa que hoy sentimos como de ayer. Un continente que si no mataba a sus hijos, inducía el suicidio de los más insignes, como ocurriese con Sthephan Zweig, que no soportó imaginar una Europa subyugada, pobre e inculta, convertida en un páramo tras recorrer un tenebroso y espantoso túnel.

Carbón y acero como parte de la causa de una guerra llamada mundial, pero que sobretodo fue europea. Tras la rendición incondicional alemana, las cosas podían volver por sus fueros, la paz no es lo que viene naturalmente después de la guerra. Era esta la segunda gran guerra en menos de treinta años y los muertos se contaban por millones. Por todo esto surge la idea de una Europa unida, construida por encima de los Estados nacionales, de su rivalidad y apetitos patrios. Limitar la soberanía de cada nación para compartir lo cedido mediante la constitución de un poder único, de exclusiva y legitimada obediencia europea, y cuya función fuese la de crear un derecho uniforme para todo el territorio común, además de la voluntad expresa y firme de ir compartiendo cada vez más espacios, zonas de cultivo para la solidaridad. Pero sin prisas, como si lo importante fuese el camino, o por lo menos tan importante como las concretas realizaciones de una Europa construida a base de avances y retrocesos. Una Europa que pudiese ser pronunciada con la energía que reclama toda idea de esperanza.

Robert Schumann, Jean Monnet, Konrad Adenauer, Alcide Gasperi, Paul-Henri Spaak, Joseph Bech, Winston Churchill, por citar solo algunos de los políticos que tuvieron la audacia de pensar, proponer y hacer realidad una nueva forma de convivir en una Europa como espacio de libertad, prosperidad y seguridad. Sesenta años del Tratado de Roma, pacto por el que se creó la Comunidad Económica Europea, y se ha festejado a nivel institucional con aires de reafirmación, es decir, con la vista puesta en el futuro, pero mirando atrás para entender el por qué y el para qué de una Europa unida, haciendo recuerdo de sus fundadores.

Brexit, crisis social y económica, inmigración, populismos nacionalistas, Europa en el laberinto, otra vez el carbón y el acero. Recomencemos por la Europa del carbón y del acero, conocemos el camino. ~