Carreras Sanlúcar

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10 ago 2017 / 21:29 h - Actualizado: 10 ago 2017 / 21:30 h.

Sanlúcar de Barrameda o Córdoba son dos de los cinco municipios más pobres de España; de hecho, del ranking de los diez más extremos, nueve son andaluces.

La definición de indigencia siempre va acompañada mediante su justificación en términos de economía sumergida; cuando debiera fundarse en pura desigualdad.

Las carreras de Sanlúcar son el ejemplo de dos estratos de renta, pero, sobre todo, de dos perspectivas de la existencia.

Por un lado, aquellos que se aglutinan en torno a los palcos vips, ideados en torno a un uso ancestral como pretexto.

Y por otro, quienes logran encajarse en primera línea de playa, con una fiambrera y una nevera, a la espera del deambular del carrito de Pampin.

No quisiera ser yo quien construyera al modo de Voltaire una disertación sobre el optimismo. Pero, ciertamente ambas realidades se superponen.

Unos arriba, con ángulo a la nada y acceso al todo; y otros con vistas al todo y acceso a la nada.

Andalucía es la líbido de los madrileños; la lujuria de sus políticos que se pasean con el carrito de Mercadona, mientras por la tarde se visten de blanco por donde solo para ellos su ausencia es irreparable.

El dilema es Monkey como marca de ginebra del gin tonic o la bomba de chocolate a un euro.

Y es que sin que ello signifique promover el carrito de los dulces a Patrimonio de la Humanidad, tarea que dejo a otros, Sanlúcar bulle en la playa y suda en el palco, donde no resuenan los cascos de los caballos.

La izquierda ha convertido Andalucía en la terminal de paso, la ducha del transbordo. Confunden miseria con dignidad. Será por eso por lo que el flamenco no pasa por los tablaos pero vive para siempre en las barracas. Raíces y alas.