Castigo de la buena acción

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05 sep 2016 / 21:29 h - Actualizado: 05 sep 2016 / 21:35 h.
"Hispalíneas","Brexit","Mariano Rajoy","Donald Trump"

Parece que fue ayer pero han pasado 10 años. Como resaltaban las páginas de este periódico el domingo, ése es el tiempo de la gran transformación de la columna vertebral del casco histórico sevillano.

La ciudadanía de la capital, la de las ciudades de su entorno y millones de visitantes disfrutan (también la hostelería y el comercio) el resultado de la decisión de peatonalizar la Avenida, la Puerta de Jerez y la calle San Fernando, estableciendo al mismo tiempo una línea de tranvía desde San Bernardo a la Plaza Nueva. La memoria del paso de la situación en la que todo aquello se encontraba a la de hoy se ha reducido a un instante y, seguramente, para la mayoría (los turistas ni siquiera lo saben) el caos anterior se ha borrado o, cuando una foto lo recuerda, la mutación es considerada como algo natural, como el hallazgo del fuego o de la electricidad.

Hoy todo el mundo percible su bondad pero casi nadie recuerda los juicios demoledores que el proyecto hubo de soportar ni tampoco –por supuesto– los nombres de las personas sobre cuyas espaldas cayó su peso. Como se ve ahora palmariamente, aquellos presagios y jeremíadas eran, en realidad, mentiras, igual que las de los que alentaron el Brexit en Gran Bretaña y las que lanza diariamente Trump en Estados Unidos o Rajoy en España. Mentiras que sirven para que los grandes proyectos nazcan cojos, para que quienes los criticaban derroten electoralmente a sus promotores. y para dar la razón a ese filósofo del cine, Billy Wilder, al decir que ninguna buena acción queda sin castigo.