Cautivo, siempre Cautivo

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28 ene 2017 / 21:00 h - Actualizado: 28 ene 2017 / 21:01 h.
"Cofradías"

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Paseaba por los Santos Lugares de Tierra Santa y veía el Evangelio a través de los misterios de nuestra ciudad. Una sucesión de momentos, caras, sensaciones y de recuerdos que hacían que la oración fructificara por los cuatro costados de la ciudad de Sevilla. Será que soy un cofrade orgulloso y reconocido de vísperas o sencillamente que el Señor de la Salud y Remedios, me tiene cautivado.

Allí lo vi y le recé, tuvimos una conversación constante y cuando recibía malas vibraciones –que allí también las hay y muchas– me pedía que me amarrara con sus manos, para sentir el calor de la fuerza de Dios. En la cisterna donde estuvo unas horas antes de ir a ver a Pilatos, la oscuridad era parte de una nueva forma de ver al Dios de los humanos. Un hombre como nosotros que padeció la injusticia de las leyes y que vino a morir por un mensaje: «El Reino de Dios, donde está mi Padre, os espera. Pero nadie llega al Padre si no por mí». La fe es un tesoro que no se puede tener entre barrotes, hay que enseñarla y sobre todo, cuidarla para que sea nuestra bandera. Hay muchos hombres sin fe que actúan sin fe y eso el mundo lo nota. El Cristo de Bellavista tiene las manos enlazadas en su barrio, en la hermandad y en ese comedor social que tanto cumple el Evangelio de Mateo. Sus dedos son ventanales a la acción diaria, a la fe, a la esperanza y se pueden tocar, tanto que cuando rozamos nuestros labios con sus manos, nos acercamos de un plumazo a la verdad que tanto queremos y que ansiamos constantemente.

Bellavista siempre fue un lugar para creer. De lo pequeño salió algo grande, el Señor quiso venir allí aun teniendo destino y es entonces cuando debemos pensar que «Dios escribe recto con renglones torcidos» y que «hágase en mi según tu palabra» es la indicación para no desconfiar.

Estamos cautivos de ti. Y aunque han pasado más de dos mil años, cada Viernes de Dolores, somos afortunados de vivir con Él, disfrutar con Él y ser felices siempre con su Madre, la Virgen del Dulce Nombre. La vida es una historia que solo se repite una vez. Con nuestras virtudes y defectos, con nuestras miserias y logros, con la familia, la enfermedad, las vicisitudes... Allí siempre está el Cautivo, reflejo de nuestra existencia, ventana que da a la gloria de la puerta estrecha y que cuando todo se complica, abre sus brazos, con la Misericordia de quien siempre te está esperando. Allí está siempre, porque Dios es Amor. Ese que no se compra, ese que está contigo. Cautivo, siempre Cautivo...