Se conoce como chicharros, en el argot bursátil, a las pequeñas empresas de baja calidad y poca capitalización, con poca estabilidad financiera y que entran en pérdidas con relativa frecuencia.
Una de las principales características de este tipo de valores es que, de vez en cuando, tienen, o pueden tener, subidas espectaculares, multiplicando su cotización dos o tres veces en cuestión de días, semanas o meses. La otra, contrariamente a lo que acabamos de decir, que pueden estar cayendo sin solución de continuidad, dejando al inversor enganchado dentro del valor durante años.
En estos valores no se cumple la conocida máxima bursátil de que en Bolsa siempre se gana si inviertes a largo plazo ya que puede mantenerse un chicharro en cartera durante años, incluso décadas y que su valor no suba.
Ello no obstante, las posibilidades de obtener rentabilidades espectaculares en poco tiempo es lo que atrae a mucha gente, especialmente a los especuladores de corto plazo, hacia los chicharros. Por ello, toda aquella persona con aversión al riesgo y que se considere inversor y no especulador, lo más prudente es que se mantenga lo más alejado posible de los chicharros y evitar la tentación de invertir su dinero en ellos, porque aunque se acierte con una de esas subidas, lo más probable es que se pierda más dinero en otros intentos fallidos. Incluso en los supuestos en los que sus cotizaciones suben espectacularmente es difícil obtener beneficio, ya que hay veces que bajan tan rápido e incluso más de lo que han subido, dejando sin beneficio al inversor poco experimentado que ya se frotaba las manos ante tan suculento premio.
El inversor novel tiene que tener muy claro que invertir su dinero en este tipo de valores es el camino más rápido para perderlo.