Solía decir Juan Valderrama que había que tener un sello, aunque fuera de Correos. Él lo tenía, era único, y, aunque sin querer comparar, Chiquito de la Calzada también. Como cantaor no fue nunca una de las primeras voces, pero tenía un don, el de hacer reír a las personas con un estilo suyo de humor que lo convirtió en uno de los personajes más célebres de nuestro país con solo salir un día en la televisión. Los que llevamos más de cuarenta años metidos en el mundillo del flamenco sabemos que ha habido más de un genio del humor, personajes con un talento sobrenatural, salidos de las fiestas, de la noche, de cuando los flamencos se buscaban la vida en tabancos y reservados de la Alameda de Hércules, la Venta Vega o la de Eritaña. Cualquiera de aquellos genios era capaz de inventar en tres segundos algo para lo que un guionista de Hollywood necesitaba un mes largo. Chiquito de la Calzada ha quedado en la historia por su sello, esa manera de contar las cosas que tenía, haciendo un arte de la ojana. El abrazo que le habrán dado El Cojo Peroche y Chano Lobato.