Con la intolerancia hemos topado

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Pepa Violeta Pepavioleta
19 may 2019 / 09:32 h - Actualizado: 18 may 2019 / 17:46 h.
  • Con la intolerancia hemos topado

Represión, intolerancia y fanatismo. Así todo junto, bien mezclado y agitado con mucho odio, nos sirven algunos este cóctel vomitivo para darnos ejemplo, una vez más, de la estupidez a la que es capaz de llegar el ser humano, cuando se atreven a atentar contra el arte y la cultura, en nombre de la moral cristiana.

Esta semana la obra “Con flores a María” de la exposición Maculadas sin Remedio, sufría un ataque vandálico durante su periplo por Córdoba. La lona, apareció totalmente rota, tras un acto vandálico que pretendía avisarnos a las feministas hasta dónde podemos llegar, cuando queremos expresar nuestros sentimientos igualitarios mediante el arte.

Una obra autobiográfica en la que aparece la artista Charo Corrales representando a la Virgen María, con las manos en el pubis. Un acto obsceno, inmoral y poco casto (que para eso la Iglesia y el machismo nos tiene bien adoctrinadas a las mujeres sobre represión sexual y castidad) ofensivo al sentimiento religioso. Justo lo mismo que ha pensado el vándalo que ha destrozado el cuadro, han pensado los dirigente del PP y VOX que previamente manifestaron la necesidad de retirar la obra de la exposición.

Mostrando como ya viene siendo costumbre, el grado de respeto a la libertad artística y de pensamiento que estas corporaciones políticas ponen de manifiesto continuamente. Ya se ha abierto la investigación para saber quién ha sido el responsable de dicho atentado al legado artístico, pero a mi, que no me paga el Estado ni visto de uniforme, no me cabe la menor duda de quién puede estar detrás de todo esto.

Es fácil visualizar el corte de esquina a esquina del cuadro, para hacernos una idea del odio y la violencia con la que se ha perpetuado la acción. La misma violencia y odio que sufrimos las mujeres a diario. La misma violencia y odio con las que somos tratadas por el patriarcado, cuando nos mostramos desobedientes, independientes, poderosas, mal habladas, contestatarias, reivindicativas, críticas, escépticas con los mandatos de género tradicionales... en definitivas cuando nos mostramos libres, valientes y sin miedo para expresar y expresarnos.

Es ahí, cuando el precisamente el miedo, cambia de bando y son ellos, los perpetuadores y guardianes de la tradición, los que empiezan a temblar, ante la posibilidad de perder privilegios y que la voces de la otra mitad de la población empiecen a sonar con intensidad descontrolada. Esta salvajada a la cultura y al arte, es mucho más gravosa no sólo por la temática de las obras, sino por lo que esto implica en el respeto a la libertad creadora con la que deben trabajar las/os artistas.

Cuando acudimos a una exposición o a una muestra, se hace obligatorio mantener los pactos de respeto y tolerancia hacia los/as autores/as, porque vivir el arte no puede hacerse de otra forma, que aceptando las reglas de un juego muy particular. No podemos esperar que todo lo que consumimos como cultural y ocio se ajuste al canon establecido, responda al discurso dominante. El arte y la creación van más allá. Aquí no se trata de ponerle la alfombra al patriarcado o a la clase política de turno, para que pisen con brío el suelo que les sujeta. Las artistas en este caso, tienen un compromiso sólo y exclusivamente con ellas mismas. No podemos exigirles coherencia y que después sus obras se mantengan en el plano de lo políticamente correcto. El arte siempre ha sido utilizado como azote del poder y así debe seguir siendo. Cuántas veces la revista El Jueves ha sido censurada, las viñetas del Roto y la procesión del coño insumiso vetada y enjuiciada. Destrozar una obra para ocultar a la sociedad otras visiones más criticas de entender la feminidad y la religiosidad, dice mucho de la intolerancia a la que nos encadenamos.

Las autoras de “Maculadas sin Remedio” han pedido que vuelva a reponerse la obra aunque esté destrozada, para alertar a la sociedad de los peligros del fanatismo.

Y estoy totalmente de acuerdo. Guardar la obra no hace sino silenciar un acontecimiento que debe ser narrado y mostrado. Para no olvidarnos que esto que ha ocurrido en Córdoba, no ha dejado de suceder nunca. Que vivimos en un país democrático que sólo lleva la democracia por bandera cuando conviene hacer alarde de aperturismo ante otros países, que sí saben lo que significan las palabras progreso y libertad de expresión de verdad. Hacemos el mayor de los ridículos cada vez que dejamos protagonismo a los fanatismos religiosos. Y nos retratamos, cuando barremos de puerta hacia fuera, como si la mierda en la calle no siguiera siendo mierda. Pero claro, fuera no huele, fuera no la vemos. Menos mal que el movimiento feminista en el ámbito cultural y artístico está imparable y este acto vandálico lo que ha motivado aun más, son las ganas de acudir a disfrutar de esta muestra. Una recopilación de obras, videos y esculturas que vienen a mostrar el ostracismo al que el arte ha relegado a la mujer y defender la feminidad más profunda. Alejarnos de las Inmaculadas de Murillo, puras y entregadas a la maternidad para mostrar otras Inmaculadas, manchadas. Libres y con la autonomía suficiente para hacer propio el placer que emanan de sus cuerpos. Velos con estampados de penes y penetraciones, composiciones elaboradas a partir de tampones y compresas son algunas de las creaciones de este grupo de mujeres. Sí, me veo en la licencia de usar el morbo, aunque sea en pequeñas dosis, para invitaros a ver la muestra y opinar con conciencia. Después sólo a vosotros/as, consumidores/as, os queda el papel de valorar hasta qué punto os ha motivado la exposición y os ha hecho reflexionar y cuestionar el orden establecido. El arte sólo puede ser contemplado y disfrutado desde el plano de la libertad y el respeto, a la obra y al artista. Especialmente al artista, al que no podemos obligar a mantenerse fiel cual lacayo, al servicio del poder.