Viéndolas venir

Conciertos violados

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Álvaro Romero @aromerobernal1
16 abr 2019 / 11:05 h - Actualizado: 16 abr 2019 / 11:08 h.
"Viéndolas venir"
  • Foto: Manuel Gómez
    Foto: Manuel Gómez

Últimamente, los músicos de las bandas y agrupaciones se atreven a pedirlo por favor: que los listos de turno, los irrespetuosos, los apresurados, los despistados, los irresponsables, los pasotas, los iluminados y los espontáneos, que al fin y al cabo hemos sido todos en algún instante de todas las Semanas Santas de nuestras vidas, no estropeen esos conciertos efímeros y celestes que son sus interpretaciones en la calle.

Pero hace falta subrayarlo: porque las bandas de música tras los miles de pasos que atraviesan de parte a parte el corazón de Andalucía en esta semana de pasión privilegiada llevan en su invisible retaguardia miles de horas de ensayos, de renuncias, de tardes entre partituras, de angustiosos esfuerzos de coordinación, de entregados familiares que llevan y traen a los músicos, de concentración entre la masa, de esfuerzo ímprobo con el instrumento encima después de diez, doce horas de procesión y mañana más... como para que las bandas sonoras de esta magia que vivimos en directo no sean tratadas con el suficiente respeto.

Los músicos de Semana Santa visten de magia todo lo que vemos, porque nada sería igual sin sus compases de desconsuelo, dolor o esperanza. Ni las bambalinas meciéndose en la cámara lenta del crepúsculo, ni el rachear de las zapatillas sobre el vulgar asfalto, ni los rostros emocionados de quienes miran y no solamente ven, ni el impacto de Cristo en su momento crucial, ni el escalofrío de los varales pasando a tres milímetros de la piedra milenaria... Nada sería igual. Porque estos conciertos permanentes en la punta de una hoja callejera, en el directo arriesgado de una obra que se va haciendo conforme se avanza en el itinerario, aportan el pálpito, el latido y el compás de una Semana Santa que cada año es la misma pero siempre es nueva.