Uno se enamora de un pueblo, una ciudad, una barriada o un país, por sus habitantes, paisajes, gastronomía o historia. Conil, en las Jandas gaditanas, me ha enganchado un poco por todo, pero sobre todo por cómo más de mil personas disfrutaron el pasado sábado de su I Festival Flamenco del Atún Rojo de Almadraba, celebrado con enorme éxito en La Chanca, un antiguo saladero de atunes que fue declarado Bien de Interés Cultural. Para no ser una localidad de tradición flamenca, sus habitantes disfrutaron de lo lindo y arroparon a los artistas de una manera que pocas veces había visto. Y eso que refrescó a media noche, pero los artistas pusieron a hervir el patio del recinto y salía humo de las manos de todos. A compás, además, que en Cádiz es lo más normal del mundo. Fue una arriesgada apuesto del Foro Flamenco de Conil y les salió bien, pero podrían haber fracasado y eso hubiera minado la moral de quienes quieren que en este rincón haya cada verano un festival. Ya se trabaja en la segunda edición, ahora con la completa seguridad de que el riesgo de fracaso es mínimo.