Como todos los años –desde hace muchos– tiene lugar el Carnaval de Las Palmas de Gran Canarias, siendo consciente por todos que es una fiesta donde casi todo vale, donde la transgresión es una norma casi a seguir para –no sé si– o llamar la atención o ganar el concurso. Sea como fuese, la clave está en el casi, ya que si para divertirte o celebrar tus fiestas tienes que atacar (en este caso a los católicos) desnudando una Virgen María, ridiculizando nazarenos o poniendo en boca de un Cristo crucificado frases como «si quieres perdón, agáchate y disfruta», pienso que tu disfrute o tu diversión está vacío y malenfocado.
Pero ante el lógico revuelo que se ha montado, llegan los verdaderos cobardes de este juego, los políticos. Así, el concejal del PP manifestaba que le parecía todo innecesario pero que no le daba importancia, o la guinda del alcalde (PSOE), el cual concluía que «el carnaval es transgresión y libertad, y en su ciudad también representa la tolerancia». Esto evidencia que cualquiera puede ser alcalde, porque si no es capaz de darse cuenta que un alcalde se debe a todos los ciudadanos (tanto los que opinan de una forma y también de la contraria) es que no vale para ello.
Cuando un alcalde dice que lo ocurrido en Las Palmas de Gran Canaria es libertad y tolerancia, está mostrando su verdadera carencia, que no es otra que mirar para otro lado o tirar por la calle de en medio.
Que no se le olvide una cosa a este mal regidor, que la libertad de uno termina donde empieza la del otro... y ello no lo ha tenido en cuenta.
Mientras tanto, ¡sé feliz! ~