Ayer se conmemoro el Día del Holocausto Romaní, una efeméride que sirve para recordar el asesinato que en 1944 sufrieron más de tres mil gitanos gaseados en Auschwitz-Birkenau. Un episodio este que forma parte de la historia del genocidio del pueblo gitano en la Europa del nacionalsocialismo, ese que a golpe de sinrazón asesinaba a las personas por condición de raza, etnia, religión o por el mero hecho de no formar parte de su modelo ario de sociedad.
Decía Lord Byron que el mejor mensajero del futuro era el pasado, ese que nos alcanza y que se repite constantemente en la versión marxista de la historia, esa que no deja lugar a dudas sobre la corta memoria de la raza humana, capaz de volver una tras otra vez a equivocarse, condenando con su equivocación a generaciones enteras a la miseria o la muerte.
Hoy los holocaustos siguen presentes, ocurren en la propia Europa donde el pueblo gitano es perseguido en países como Hungría, en las fronteras de Siria o Irak donde el estado islámico asesina de manera vil a miles de personas por el mero hecho de no formar parte de la interpretación del Islam de estos, acontece en el África de Boko Haram o en la Centroamérica de los feminicidios.
Y todo ello ante la apatía de las democracias occidentales, que con hipocresía son capaces de recordar los errores del pasado y no enfrentar los genocidios del presente. El reto hoy es ser capaces de construir un mundo nuevo en donde la única patria sea la de la humanidad, esa en donde los derechos humanos sea la carta magna que regule nuestra existencia en igualdad y libertad.