Sonaba Soleá dame la mano para la Virgen de la Victoria antes de salir de la Campana el pasado Jueves Santo. Una revirá en la que pasaron muchas cosas. Porque cuando pasa la Victoria, va con Ella el mundo entero en un suspiro, entre columnas de incienso y ojos inmersos en el dolor de la Madre de Dios, en la nuestra.
En aquella revirá pasó que el perfil de la dolorosa detuvo el tiempo, y los segundos de reloj obedecieron. Ocurrió que todo el color de una estampa que bien podría ser una instantánea de antaño, se fundió en uno. El palio de cajón recortaba su silueta inconfundible, adentrándose en las retinas para inyectarlas del burdeos más intenso.
Y las retinas se dejaron llevar, meciéndose al ritmo de las bambalinas que cubren el paso de la dolorosa. Clasicismo sevillano y suma perfección. Caminaba la Victoria hacia la calle Sierpes para seguir atrayendo miradas, capturándolas. Se movía con dulzura, acariciando Sevilla, como si sus calles fueran de terciopelo. Y es que cuando pasa la Victoria, ocurren tantas cosas.
Sucedió que, mientras la Virgen se disponía a abandonar la plaza y la banda de las Cigarreras tocaba Soleá dame la mano, la dolorosa tendió la suya a Sevilla. Para que todo fuera bien, para que todo funcionase. Que se calmara todo dolor con ese gesto.
Aquella vez pasó también, con Ella, el futuro de la hermandad que la venera, corporación de muchos años. Cuatrocientos cincuenta y cuatro. Un sueño que viene de largo. La historia de un amor apasionado, que tendrá un nuevo capítulo el próximo 13 de octubre, para gloria de sus hermanos. El año que viene la Santísima Virgen volverá a revirar en la Campana, y será la última vez que lo haga sin estar coronada.
Esto es producto del esfuerzo de muchos hermanos que lucharon, que se fueron, que dejaron un legado. Éste también es su año. Que Sevilla disfrute de su titular, la auténtica joya que reside en la Capilla de la Fábrica de Tabacos. El lugar, quizás un tanto apartado, guarda realmente un bello tesoro, un viaje al pasado, delicia en tiempo presente, causa de emociones que no mueren con los años. Perpetua enhorabuena en la corporación cigarrera. La tienen a Ella.
Cuando pasa la Victoria, pasan también sus hermanos. El amor con mayúsculas bajo túnicas de raso morado. Corazones que encuentran su calma en la poesía de su rostro, la elegancia en el desgarro, la contención en su llanto. Se hacen fuertes los latidos aunque los pasos van despacio.
La belleza extrema se hizo dolorosa. Una talla de autor anónimo, sospechosa de haber caído directamente del cielo. Porque derrama su azul para envolverlo en sus lágrimas.
El pasado Jueves Santo, la Virgen de la Victoria se adentró en la calle Sierpes y prosiguió su camino hacia la Catedral. Y entonces volvió a caer la noche sobre su manto. La luna quiso iluminarla más aún que la candelería de su palio. Allí pelearon por quién hacía la estampa más bonita. Las llamas en los cirios de los hermanos nazarenos también participaron. Bendito decorado.
Será coronada merecidamente, la Virgen de la Victoria. Por los bellos momentos. Por su hechura. Porque fruto de su perfil nacen corazones prendados. Porque es tesoro de Sevilla. Por descubrirlo una vez más al año. Por ser buena Madre de los cigarreros. Porque en su nombre va el destino. Victoria, lección aprendida, luz al final del camino.~